Estas lecturas divinas levantan nuestro espíritu, para que no nos deprima la falta de esperanza y, al mismo tiempo, lo amedrenta, para que no nos avente el viento de la soberbia. Por lo demás, mantener el camino del medio, el verdadero y el recto, como si dijésemos el que pasa entre la izquierda de la desesperación y la derecha de la presunción, nos sería extremamente difícil, si no dijera Cristo: Yo soy el camino. Yo soy —dice— el camino, la verdad y la vida. Como si dijera: «¿Por dónde quieres ir? Yo soy el camino. ¿A dónde quieres ir? Yo soy la verdad. ¿Dónde quieres establecerte? Yo soy la vida». Caminemos, pues, seguros por el camino, pero ¡temamos las emboscadas tendidas a la vera del camino! El enemigo no se atreve a tenderlas en el camino mismo, porque el camino es Cristo, pero evidentemente no cesa de tenderlas a su vera.
San Agustín
Sermón 142, 1
Foto: Piotr Skrzypiec
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