La Santí­sima Virgen es la Reina del cielo y de la tierra pero es más madre que reina (Santa Teresa de Lisieux)

Sí, a pesar de mi pequeñez quisiera iluminar a las almas como profetas y los doctores

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San Pedro Crisólogo

«Miren mis manos y mis pies; soy yo mismo» (Lc 24,39)

Unknown's avatar
by CdJ
21.04.22

Después de la resurrección, como el Señor había entrado con todas las puertas cerradas (Jn 20,19), los discípulos no creían que había recuperado la realidad de su cuerpo, sino suponían que sólo su alma había regresado bajo una apariencia corporal, como las imágenes que se presentan a los que tienen en su sueño. «Creían que veían un espíritu». Por eso el Señor les dice: «¿Por qué estás turbados, y por qué tienen pensamientos inquietantes en sus corazones? Miren mis manos y mis pies». Miren, es decir: estén atentos. ¿Por qué? Porque no es un sueño lo que estás viendo. Miren mis manos y mis pies, ya que, con sus ojos agobiados, no pueden todavía ver mi rostro. Miren las heridas de mi carne, ya que todavía no ven las obras de Dios.

Contemplen las marcas hechas por mis enemigos, ya que todavía no percibís las manifestaciones de Dios. Tóquenme, para que sus mano le den la prueba, ya que sus ojos están cegados… Descubran los agujeros de mis manos, busquen en mi costado, reabran mis heridas, porque no puedo negarles a mis discípulos con vistas a la fe, lo que no les negué a mis enemigos para mi suplicio. Toquen, toquen, ahonden entre los huesos, para confirmar la realidad de la carne, y que estas heridas todavía abiertas atestiguan que son bien mías…

¿Por qué no creés que he resucitado, yo que devolví a la vida a varios muertos ante sus ojos?… Cuando estaba colgado en la cruz, me insultaban diciendo: «El que salvó a otros, no puede salvarse a sí mismo. Que descienda de la cruz y creeremos» (Mt 27,40). ¿Qué es más difícil, descender de la cruz arrancando los clavos o regresar de los infiernos pisoteando la muerte? Yo mismo me salvé, y rompiendo las cadenas del infierno, subí hacia lo alto.

San Pedro Crisólogo
Sermón 31, 8 sobre la Resurrección del Señor

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Oración de san Francisco de Asís

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

«María es toda la razón de mi esperanza» (San Bernardo)

† A.M.D.G.

¡Alabado sea Jesucristo!

«La Humanidad no encontrará la paz hasta que no se vuelva con confianza a mi Misericordia» (Diario de Sor Faustina, 300)

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Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre. Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús. Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea María Santísima, excelsa Madre de Dios.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción. Bendito sea el nombre de Maria Virgen y Madre.
Bendita sea María Santísima, Madre de la Iglesia.
Bendito sea su castísimo esposo San José.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
Amén.

CUM PETRO ET SUB PETRO

«Ubi Petrus ibi ecclesia, et ibi ecclesia vita eterna.»

V. Oremus pro Pontifice nostro Leo XIV.
R. Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius.

Pater Noster, Ave Maria, Gloria

V. Fiat manus tua super virum dexteræ tuæ.
R. Et super filium tuum quia confirmasti tibi.

Oremus.
Deus, omnium fidelium pastor et rector, famulum tuum Leo XIV, et quem pastorem Ecclesiæ tuæ præesse voluisti, propitius respice: da ei, quæsumus, verbo et exemplo quibus præest, proficere; ut ad vitam una cum grege sibi credito sempiternam.
Per Christum Dominum nostrum.

R. Amen.

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