La Santí­sima Virgen es la Reina del cielo y de la tierra pero es más madre que reina (Santa Teresa de Lisieux)

Sí, a pesar de mi pequeñez quisiera iluminar a las almas como profetas y los doctores

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San Simeón el Nuevo Teólogo

¿Quién soy yo, Señor, para que hayas fijado tu mirada en mí?

Unknown's avatar
by CdJ
15.11.20
Comments 0

Con un poco de paciencia y con un mínimo de determinación, o —para decirlo mejor— con la ayuda del Dios vivo, somos nuevamente plasmados y renovados en el alma y en el cuerpo, y recibimos incluso aquello de lo que no somos dignos. Por la gracia de mi salvador Jesucristo, también yo, que soy el más mezquino e inútil de todos, he recibido mucho, pero es bueno proclamar con gratitud los beneficios de Dios, amigo del hombre.

Por gracia, en efecto, he recibido gracia, beneficio tras beneficio; al término de la ascensión, luz; y, por la luz, una luz más clara. Y después, en medio de ésta, resplandeció, fúlgido, el sol, y de él salió un rayo que me llenó por completo, y allí me quedé llorando lágrimas dulcísimas y admirando lo inexpresable.

El intelecto divino me instruía así: «¿Has visto a lo que te ha llevado mi poder, en mi amor por el hombre, gracias a un poco de fe y de amor, para confirmar tu caridad? He aquí que, aunque todavía sometido al dominio de la muerte, te has vuelto inmortal; mientras todavía habitas en el mundo estás conmigo, eres pequeño a la vista y contemplas lo invisible. Sí, soy yo quien te ha hecho pasar de la nada al ser».

Con temblor y alegría, respondí a estas palabras: «¿Quién soy yo, Señor, para que hayas fijado tu mirada en mí, pecador e impuro, y te hayas dignado conversar conmigo? Tú, que eres inmaculado, ¿cómo te muestras a mí accesible y dulce, y te presentas bellísimo con tu fulgurante gloria y gracia?».

Hermanos, conozco muchas cosas que son ignoradas por la mayoría; sin embargo, soy el más tosco de todos los hombres; me alegro porque Cristo, en quien he puesto mi fe, me ha entregado su Reino eterno. Estoy como un hijo ante él, a pesar de que no me atrevo a abrir la boca. Oigo que me dice: «Bien, siervo fiel…» y lo que sigue; sin embargo, me parece, a decir verdad, que no he guardado ni siquiera uno de los talentos que se me había dado.

Y cuando estoy más bajo que nadie, precisamente entonces me siento transportado por encima de los cielos y de nuevo me siento unido a Cristo, Dios nuestro, en la caridad. A él, una vez despojado de esta carne terrestre, espero acercarme todavía más.

Simeón el Nuevo Teólogo
Le catechesi

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Oración de san Francisco de Asís

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

«María es toda la razón de mi esperanza» (San Bernardo)

† A.M.D.G.

¡Alabado sea Jesucristo!

«La Humanidad no encontrará la paz hasta que no se vuelva con confianza a mi Misericordia» (Diario de Sor Faustina, 300)

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Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre. Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús. Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea María Santísima, excelsa Madre de Dios.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción. Bendito sea el nombre de Maria Virgen y Madre.
Bendita sea María Santísima, Madre de la Iglesia.
Bendito sea su castísimo esposo San José.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
Amén.

CUM PETRO ET SUB PETRO

«Ubi Petrus ibi ecclesia, et ibi ecclesia vita eterna.»

V. Oremus pro Pontifice nostro Leo XIV.
R. Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius.

Pater Noster, Ave Maria, Gloria

V. Fiat manus tua super virum dexteræ tuæ.
R. Et super filium tuum quia confirmasti tibi.

Oremus.
Deus, omnium fidelium pastor et rector, famulum tuum Leo XIV, et quem pastorem Ecclesiæ tuæ præesse voluisti, propitius respice: da ei, quæsumus, verbo et exemplo quibus præest, proficere; ut ad vitam una cum grege sibi credito sempiternam.
Per Christum Dominum nostrum.

R. Amen.

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