Con un poco de paciencia y con un mínimo de determinación, o —para decirlo mejor— con la ayuda del Dios vivo, somos nuevamente plasmados y renovados en el alma y en el cuerpo, y recibimos incluso aquello de lo que no somos dignos. Por la gracia de mi salvador Jesucristo, también yo, que soy el más mezquino e inútil de todos, he recibido mucho, pero es bueno proclamar con gratitud los beneficios de Dios, amigo del hombre.
Por gracia, en efecto, he recibido gracia, beneficio tras beneficio; al término de la ascensión, luz; y, por la luz, una luz más clara. Y después, en medio de ésta, resplandeció, fúlgido, el sol, y de él salió un rayo que me llenó por completo, y allí me quedé llorando lágrimas dulcísimas y admirando lo inexpresable.
El intelecto divino me instruía así: «¿Has visto a lo que te ha llevado mi poder, en mi amor por el hombre, gracias a un poco de fe y de amor, para confirmar tu caridad? He aquí que, aunque todavía sometido al dominio de la muerte, te has vuelto inmortal; mientras todavía habitas en el mundo estás conmigo, eres pequeño a la vista y contemplas lo invisible. Sí, soy yo quien te ha hecho pasar de la nada al ser».
Con temblor y alegría, respondí a estas palabras: «¿Quién soy yo, Señor, para que hayas fijado tu mirada en mí, pecador e impuro, y te hayas dignado conversar conmigo? Tú, que eres inmaculado, ¿cómo te muestras a mí accesible y dulce, y te presentas bellísimo con tu fulgurante gloria y gracia?».
Hermanos, conozco muchas cosas que son ignoradas por la mayoría; sin embargo, soy el más tosco de todos los hombres; me alegro porque Cristo, en quien he puesto mi fe, me ha entregado su Reino eterno. Estoy como un hijo ante él, a pesar de que no me atrevo a abrir la boca. Oigo que me dice: «Bien, siervo fiel…» y lo que sigue; sin embargo, me parece, a decir verdad, que no he guardado ni siquiera uno de los talentos que se me había dado.
Y cuando estoy más bajo que nadie, precisamente entonces me siento transportado por encima de los cielos y de nuevo me siento unido a Cristo, Dios nuestro, en la caridad. A él, una vez despojado de esta carne terrestre, espero acercarme todavía más.
Simeón el Nuevo Teólogo
Le catechesi
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