«Tened confianza, soy Yo, no temáis… Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?» (Jn 6, 16-21)
Puesto que Dios puede y sabe sacar bien del mal, ¿por quiénes hará esto sino por aquellos que, sin reserva, se han dado a Él?…
¡Ea!, hija mía, cuando habéis tenido penas, incluso cuando todavía no teníais tanta confianza en Dios, ¿es que perecisteis en la aflicción? Y me diréis que no.
Por tanto ¿no vais a tener valor para salir a flote en las demás adversidades? Dios no os ha abandonado hasta ahora, ¿es que ahora os va a abandonar; precisamente ahora que queréis ser suya?
No temáis el mal que viene del mundo, pues quizá nunca os llegue a venir; y en todo caso, si llegase, Dios os fortalecerá.
Él mandó a san Pedro que anduviese sobre las aguas, y San Pedro, al ver el viento y el oleaje, tuvo miedo, y el miedo le hizo hundirse y pidió socorro a su Maestro, que le dijo: «hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?», y le tendió la mano, tranquilizándole.
Si Dios os hace caminar por las olas de la adversidad, no dudéis, hija mía, no temáis. Dios está con vos, tened ánimo y os veréis libre…
No importa apenas lo que yo sea en estos momentos pasajeros; lo que importa es que yo sea eternamente morador de la gloria de mi Dios.
Caminamos hacia la eternidad; ya tenemos casi un pie allí; Dios quiera que sea para nuestra felicidad, y entonces, ¿qué importa que estos breves instantes transitorios nos sean molestos?
En medio de la agitación e inquietudes de nuestras pasiones, entre los vientos y las tormentas de las tentaciones es cuando clamamos al Señor, al Salvador, y Él permite que seamos así agitados para inducirnos a invocarle más ardientemente…
San Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios, Libro VI, Capítulo 14, IV, 353, 354.
«Tened confianza, soy Yo, no temáis… Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?» (Jn 6, 16-21)
Puesto que Dios puede y sabe sacar bien del mal, ¿por quiénes hará esto sino por aquellos que, sin reserva, se han dado a Él?…
¡Ea!, hija mía, cuando habéis tenido penas, incluso cuando todavía no teníais tanta confianza en Dios, ¿es que perecisteis en la aflicción? Y me diréis que no.
Por tanto ¿no vais a tener valor para salir a flote en las demás adversidades? Dios no os ha abandonado hasta ahora, ¿es que ahora os va a abandonar; precisamente ahora que queréis ser suya?
No temáis el mal que viene del mundo, pues quizá nunca os llegue a venir; y en todo caso, si llegase, Dios os fortalecerá.
Él mandó a san Pedro que anduviese sobre las aguas, y San Pedro, al ver el viento y el oleaje, tuvo miedo, y el miedo le hizo hundirse y pidió socorro a su Maestro, que le dijo: «hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?», y le tendió la mano, tranquilizándole.
Si Dios os hace caminar por las olas de la adversidad, no dudéis, hija mía, no temáis. Dios está con vos, tened ánimo y os veréis libre…
No importa apenas lo que yo sea en estos momentos pasajeros; lo que importa es que yo sea eternamente morador de la gloria de mi Dios.
Caminamos hacia la eternidad; ya tenemos casi un pie allí; Dios quiera que sea para nuestra felicidad, y entonces, ¿qué importa que estos breves instantes transitorios nos sean molestos?
En medio de la agitación e inquietudes de nuestras pasiones, entre los vientos y las tormentas de las tentaciones es cuando clamamos al Señor, al Salvador, y Él permite que seamos así agitados para inducirnos a invocarle más ardientemente…
San Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios, Libro VI, Capítulo 14, IV, 353, 354.
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