«Toda nuestra existencia, todo nuestro ser debe gritar el Evangelio desde los tejados; toda nuestra persona debe respirar a Jesús; todos nuestros actos y toda nuestra vida deben gritar que somos de Jesús, deben presentar la imagen de la vida evangélica; todo nuestro ser debe ser predicación viva, reflejo de Jesús, perfume de Jesús, algo que grite a Jesús, que muestre a Jesús, que brille como una imagen de Jesús».
Carlos de Foucauld

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