«Para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz» (Jn 18,37).
Seguramente muchos no entiendan el motivo de estos escritos. Otros habrán accedido a este blog hace unos años atrás en busca de sermones de los ex monjes del ex Monasterio del Cristo Orante.
En primer lugar, quiero aclarar que este blog existe desde mucho antes de dichas publicaciones, que lo único que se hizo aquí fue compartirlos, como tantos otros escritos espirituales, y que ya a fines de diciembre de 2018, cuando los ex monjes fueron apresados por la causa de abuso sexual, todos los sermones fueron eliminados de este blog preventivamente.
En segundo lugar, quiero aclarar que fui víctima de un engaño por parte de uno de los sacerdotes respecto a la pena canónica, tanto sobre el motivo como su duración como su alcance. Sin saberlo, a mi entender, colaboré en el incumplimiento de la pena, sin culpa por mi parte. Me llevó un tiempo descubrir la verdad, la dolorosa verdad.
No hay caridad sin verdad y ese vínculo espiritual que para mí existió durante un par de años, se partió en mil pedazos, en un instante. Se rompió mi confianza, se rompió la imagen que yo tenía de este sacerdote y como un castillo de naipes se cayó todo lo que había existido hasta ese momento.
No podía creerlo, pero era la verdad. Y me dolió mucho, me sigue doliendo. No por mí, sino por el daño causado a toda una comunidad, a muchas víctimas en mayor o menor medida, a la Iglesia y a Nuestro Señor Jesucristo en primer lugar.
No hay vida sin la verdad. No se puede vivir en la mentira, nada bueno puede resultar de allí. Tarde o temprano, todo se desmorona sin Dios, que es el Camino, la Verdad y la Vida.
Es por este motivo que decidí compartir la verdad sobre la pena canónica del delito que se desprende de la obligación de castidad para los clérigos que se le impuso al sacerdote Diego Roqué Moreno hace un tiempo atrás. La pena consiste en la prohibición del ejercicio público del ministerio sacerdotal por ocho años, en cualquiera de sus dimensiones, inclusive impartir sacramentales o el ministerio de la palabra, también en modalidad virtual desde septiembre de 2021, aunque tanto él como el sacerdote Oscar Portillo ya estaban suspendidos desde que los apresaron, en diciembre de 2018.
Luego he presenciado en los últimos años, con estupor, cómo dicha pena era incumplida sistemáticamente y bajo cualquier argumento, e incluso como yo había sido parte de ese incumplimiento al promocionar los libros o vender sus artesanías sin saber cuál había sido la pena impuesta por la Iglesia. Independientemente de lo que se ha dicho, los libros y los cursos tenían contenido pastoral —hablando, por ejemplo, de la Santísima Virgen y hasta de la virtud teologal de la esperanza—, claramente prohibido por la pena recaída. Por ese motivo he recurrido a la autoridad de la Iglesia para denunciarlo y para que se tomaran las medidas correspondientes.
Considero que dicha actitud desafiante a la autoridad de la Iglesia, es una burla a todos los católicos, a la Iglesia y por sobre todas las cosas, a las víctimas, en primer lugar, quien hizo la denuncia y es la primer víctima, pero también a todos los que estábamos alrededor de esa comunidad religiosa a quienes no se nos dijo la verdad, o al menos se nos ocultó en parte. En segundo lugar, dicha actitud, revela la falta de arrepentimiento. Todo lo cual, es sumamente grave.
Según palabras del Obispo de Mendoza que me han sido remitidas recientemente: «Desde el año 2021 claramente no existen: ni el Monasterio como tal, ni monjes en él». Según entiendo, esta situación es irreversible. No existen, ni existirán. Son sacerdotes diocesanos suspendidos, dependientes del Obispo, hasta que cumplan su pena. Y luego será decisión del Obispo, su destino.
Es importante que todos aquellos que formaron parte de dicha comunidad sepan esta decisión de la Iglesia, que ha sancionado a los dos ex monjes que allí habitaban, Oscar Portillo y Diego Roqué Moreno (conocido como Diego de Jesús). Y que lo ocurrido allí ha sido lo suficientemente grave para que la Iglesia tomara la decisión de cerrar una orden monástica (la Fraternidad Monástica del Cristo Orante), cerrar definitivamente el Monasterio y sancionar a ambos monjes en causas diferentes, con denuncias y denunciantes diferentes, por delitos diferentes.
El daño es incomensurable, muchas personas se han alejado de la Iglesia por todo lo ocurrido, se ha causado división en la Iglesia por no decir la verdad, por clamar una inocencia parcial al menos (como si la justicia civil fuera superior a la canónica), se han roto amistades y vínculos, mucha gente ha quedado muy lastimada y algunos aún viven engañados. Y se sigue mintiendo descaradamente.
Ya nos advirtió san Juan: el Diablo «es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8, 44)
Ruego a Dios por la conversión y arrepentimiento de quienes han sido objeto de estas penas canónicas, por la sanación y el consuelo de Dios y de la Santísima Virgen, Nuestra Señora de los Dolores, a las víctimas y por nuestra madre Iglesia, para que tanto dolor sirva de reparación. Y para que los que aún están ciegos, que vean, como el ciego de Jericó.
† Carolina de Jesús
29 de abril de 2025
Fiesta de Santa Catalina de Siena
Comunicado de Prensa del Arzobispado de Mendoza que me enviaron el 30 de abril de 2025:


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