«Jesús se compadeció de ellos» (Mc 6,34)
No llames a Dios simplemente justo. Porque no tiene relación lo que haces, con la justicia que él manifiesta. Si David le llama justo y recto (Sal 32,5), su Hijo nos reveló que era mucho más bueno y dulce: “es bueno para malos e impíos” (Lc 6,35)… ¿Dónde está la justicia de Dios? ¿No está en que “mientras éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”? (Rm 5,8) Y si Dios se muestra compasivo aquí abajo, creemos que lo es desde toda eternidad.
Alejemos de nosotros este pensamiento injusto de que Dios no se compadece. El ser cercano a Dios no cambia como cambian los seres que mueren…; nada falta ni se añade a aquel que tiene, así como pasa con las criaturas. Pero esta compasión que Dios tiene desde el comienzo, la tendrá siempre, por toda la eternidad… Como dice el bienaventurado Cirilo en su comentario del Génesis, venera a Dios por amor, y no a causa de este nombre severo de justicia, que se puso sobre él. ¡Oh admirable compasión de Dios! ¡Oh maravilla de la gracia de Dios nuestro Creador! ¡Oh poder suficiente a todo! ¡Oh inconmensurable bondad con la cual reviste nuestra naturaleza pecadora para recrearla!
Ámalo como deberías amarlo: no por la recompensa que te dará, sino por lo que hemos recibido de él, por este mundo que creó con el fin de ofrecérnoslo. ¿Quién podrá devolverle algo a cambio de lo que hizo por nosotros? De nuestras obras, ¿qué podríamos devolverle? ¿Al principio, quién lo persuadió para crearnos? ¿Y quién suplica por nosotros, cuando faltamos a su reconocimiento? ¡Qué admirable es la compasión de Dios! ¡Qué maravilla la gracia de Dios nuestro creador!… ¿Quién puede contar su gloria?
Levanta al que le ha ofendido y blasfemado, renueva al polvo sin alma…, y de nuestro espíritu dispersado y de nuestros sentidos extraviados hace una naturaleza dotada de razón y capaz de pensar. El pecador no está capacitado para comprender la gracia de su resurrección… ¿Qué es el abismo ante la gracia de la resurrección cuando nos levantará de nuevo alejándonos de la condenación, y dará a este cuerpo perecedero poder revestirse de incorruptibilidad? (1Co 15,53)…
Vosotros que sabés discernir, vengan y admiren. ¿Habrá alguien, dotado de gran y maravillosa inteligencia, que admire la gracia de nuestro Creador como merece? Esta gracia es la retribución de los pecadores. Porque en lugar de darles lo que, con estricta justicia merecen, a cambio les dará la resurrección. En lugar de los cuerpos que han profanado su Ley, les reviste de la gloria de la incorruptibilidad. Esta gracia –la resurrección que se nos dará aún después de haber pecado- es todavía más admirable que la primera cuando nos creó, cuando todavía no existíamos. ¡Gloria a tu inconmensurable gracia, Señor! No puedo hacer otra cosa que callarme ante los ríos de tu gracia. Soy incapaz de decir la gratitud que te debo.
San Isaac el Sirio
Primera serie, n. 60

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