En estas últimas semanas en que en la televisión se viene hablando tanto de los abusos sexuales de menores, este tema vuelve a mi cabeza una y otra vez. No sé si es el día más adecuado, pero decidí en este día hablar “públicamente” sobre este asunto y darlo a conocer a aquellos que no se han enterado o bien, les han mentido, como a mí oportunamente.
El texto adjunto fue publicado en un diario, donde se comunica la sentencia de la causa entablada contra el Pbro. Diego Roqué Moreno (más conocido como Diego de Jesús) y especifica claramente: «el Tribunal encontró al acusado culpable del delito que se desprende de la obligación de castidad para los clérigos, a tenor del canon 277 del Código de Derecho Canónico». Dicho canon dice lo siguiente:
«Los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato, que es un don peculiar de Dios mediante el cual los ministros sagrados pueden unirse más fácilmente a Cristo con un corazón entero y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres» (fuente).
Cabe destacar que la causa surge de la denuncia de un ex novicio, por lo tanto lo que se habría comprobado es que existieron relaciones sexuales entre el mencionado sacerdote y el ex novicio. Estimo que no fue condenado por abuso sexual porque han creído que hubo consentimiento de ambas partes. Me permito dudar, pero es lo que dice el tribunal canónico y lo que dijo la justicia civil.
También resulta necesario aclarar que en las misivas entre estas personas, el ex novicio fue felicitado por el sacerdote en su cumpleaños Nº 18 y hay emails anteriores cuando el joven era menor de edad. Desconozco si los hechos se produjeron previo a esa edad o posterior, pero aún así resulta aberrante que un sacerdote que le lleva alrededor de 24 años a un novicio “falte a la castidad” con él…. y dejo de lado el asunto del supuesto consentimiento porque hay cuestiones que desconozco, pero está claro que hay una asimetría importante, no sólo en la edad, también en la maduración afectiva y en la posición jerárquica de autoridad.
Quiero pensar que los que aún siguen a este sacerdote desconocen esta información, yo misma descreí durante mucho tiempo pero ante la mentira sobre la causa de la condena, la verdad resultó obvia. Para mí lo peor de todo es eso: no es haber caído o pecado, es persistir en eso, es mentirle a todos los feligreses jactándose de su inocencia en vez de dar la cara y aceptar sus errores, lo peor es, en definitiva, la hipocresía. (Agrego: Lo que él dice es verdad: fue absuelto de abuso sexual en la justicia civil y eclesiástica, pero esa no es toda la verdad).
Preferiría no tener que dar estas noticias a nadie, ya que he sufrido mucho al enterarme de esto. Me dolió y me sigue doliendo mucho, pero si algo aprendí en unas charlas que escuché hace tiempo del p. Amedeo Cencini sobre los abusos sexuales en la Iglesia es que nada va a cambiar si no somos capaces de reconocer nuestro propio mal como Iglesia. No estoy de acuerdo con la forma en que se ha manejado, incluso le reclamé al obispo por no dar a conocer esta noticia que yo sigo sin poder encontrar en la página del Arzobispado de Mendoza aunque según él se publicó (si alguien lo encuentra le pido que me lo haga llegar), pero como miembro de la Iglesia, como hija de la Iglesia, me veo en la obligación de dar a conocer este documento.
Justamente en este Jueves Santo en que Nuestro Señor instituyó la Eucaristía, más que nunca pido por los sacerdotes para que sean santos. Y para que aquellos que no estén dispuestos a seguir el camino de la cruz, más vale que se hagan a un lado antes de que sea tarde, y se arrepientan. El p. Pío relató una visión que tuvo de Jesús donde miraba a los sacerdotes y los llamó: «¡carniceros!». Creo que mis apreciaciones son bastante más leves…. Lo que está en juego en esta vida es la Vida Eterna, ni más ni menos… Y a todos se nos pedirá cuenta de qué hicimos con nuestra vida, con tantos privilegios que Dios nos dio y nos sigue dando aunque no los merezcamos.
«No todos ustedes están limpios» (Jn 13, 10)


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