La “primera” bienaventuranza está dirigida al nivel consciente con que venimos al mundo. (…)
«Cómo serías de feliz —nos dice Jesús— si fueras pobre de espíritu» que dicho en otras palabras quiere decir, «si depositaras toda tu confianza en Dios y no en los bienes terrenales y demás símbolos de bienestar».
Los que tienen espíritu de pobre son aquellos que saben aceptar las aflicciones por ser Dios quien es. No sólo son los que no tienen bienes materiales, sino también aquellos que tienen padecimientos, ya sean emocionales, mentales o físicos, y que los aceptan simplemente por amor a Dios. Los pobres han adquirido un derecho especial a entrar al reino porque no tienen absolutamente nada, o si tienen algún bien material, están dispuestos a renunciar a él si las necesidades de los demás o la voluntad de Dios así lo disponen. El don del Espíritu llamado reverencia capacita a los pobres para que pongan su confianza en Dios y no en los símbolos de bienestar que ellos oyen pregonar.
Thomas Keating, Invitación a amar, Cap. XVII

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