—Los años pasan, la vida se acorta día tras día, no nos damos cuenta de lo rápido que viene el fin de nuestra vida terrena, y cuando queremos hacerlo ya está ahí el juicio de Dios. Se lo he oído decir a campesinos instruidos que leían el Santo Evangelio, donde se dice que los justos resplandecerán en el Reino como el sol. Querido mío, ¿acaso podemos imaginarnos cuál será su alegría? Estaría dispuesto en esta vida a comer tierra, a darme en comida a los gusanos y a vivir como una bestia de carga o como un perro inmundo con tal de estar un día entre esos justos. La gente no entiende estas cosas. También he oído decir que los pecadores serán atormentados en el fuego eterno. Pero, por muy terrible que sean estos sufrimientos, no son el peor castigo. El peor castigo es que Dios les dará siempre la espalda a los pecadores.
Simeón se puso a llorar.
—No temo tanto los sufrimientos como ese castigo tan grave en el que Dios privará a los pecadores de su misericordia. Cuando pienso en eso, me entra un miedo terrible. Estoy dispuesto a orar a Dios no sólo por todos los cristianos, sino también por los que no están bautizados. Siento compasión por todos ellos: por los judíos, por los tártaros, por los ahorcados, por los suicidas. Tengo piedad de los niños que han muerto sin bautizar, de todos los muertos. ¡Hasta el mismísimo diablo me da pena! He aquí, siervo de Dios, lo que siento en mi corazón. No sé si estará bien o mal, pero es lo que siento en mi corazón.
Las palabras de Simeón me turbaron profundamente. Sentía como si mi alma se volviera más ligera y luminosa y lloraba de vez en cuando. Mi corazón se llenaba de una alegría maravillosa e irreprimible.
—Simeón Samsonovic —le pregunté al final—, ¿cómo debo vivir para agradar a Dios?
—Creo que si vives como ahora, si sigues viviendo así toda la vida, te salvarás, me respondió Simeón.
—Mira, bajtuska* Simeón, yo no deseo nada de Dios, no deseo siquiera ser tan justo que resplandezca como el sol. Lo único que quiero es amarlo con todo mi ser, de manera que nadie lo pueda amar más que yo. Quisiera olvidarme de todo, olvidar a mis padres, olvidar mi casa, olvidar al resto del mundo, incluso olvidarme de mí mismo y transformarme sólo en amor a Él. Renuncio también al Reino de Dios, a ver a Cristo en el más allá, a ser un hombre. Me conformo con convertirme en puro amor a Él. Simeón Samsonovic, oré una vez en medio de los campos y por poco esa oración no me hizo morir. Me latía el corazón, sudaba por todos los poros de mi cuerpo, me derrumbé en la tierra. En ese momento ya no era yo, sólo era amor que ardía como el fuego. ¡Sí, querría ser ese amor! No pido a Dios sino ser ese único amor a Él, querría amar tanto a Dios que me consumiera en ese amor, que me abrasara de amor y que no fuera más que eterno amor a Dios.
Archimadrita Spiridón
Recuerdos de un misionero en Siberia
* Bajtuska es un diminutivo cariñoso y de respeto. En ruso significa padrecito, y se utiliza para dirigirse a personas profundamente religiosas.
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