Santísima Virgen María

«Alégrate, llena de gracia» (Lc 1,28)

¿Cómo hablar? ¿Qué elogio podré yo hacer de la Virgen gloriosa y santa? Ella está por encima de todos los seres, exceptuando a Dios; es, por naturaleza, más bella que los querubines y todo el ejército de los ángeles. Ni la lengua del cielo, ni la de la tierra, ni incluso la de los ángeles sería suficiente para alabarla. ¡Bienaventurada Virgen, paloma pura, esposa celestial…, templo y trono de la divinidad! Tuyo es Cristo, sol resplandeciente en el cielo y sobre la tierra. Tú eres la nube luminosa que hizo bajar a Cristo, él, el rayo resplandeciente que ilumina al mundo.

Alégrate, llena de gracia, puerta de los cielos; es de ti que habla el Cantar de los Cantares… cuando exclama: «Tú eres huerto cerrado, hermana mía, esposa mía, huerto cerrado, fuente sellada (4,12)… Santa Madre de Dios, cordera inmaculada, de ti ha nacido el Cordero, Cristo, el Verbo encarnado en ti… ¡Qué sorprendente maravilla en los cielos: una mujer, revestida de sol (Ap 12,1), llevando la luz en sus brazos!… Qué asombrosa maravilla en los cielos: el Señor de los ángeles hecho hijo de la Virgen. Los ángeles acusaban a Eva; ahora llenan de gloria a María porque ella ha levantado a Eva de su caída y hace entrar en los cielos a Adán echado fuera del Paraíso…

Es inmensa la gracia concedida a esta Virgen santa. Por eso Gabriel, le dirige primeramente este saludo: «Alégrate, llena de gracia», resplandeciente como el cielo. «Alégrate, llena de gracia», Virgen adornada con toda clase de virtudes… «Alégrate, llena de gracia», tú sacias a los sedientos con la dulzura de la fuente eterna. Alégrate, santa Madre inmaculada; tú has engendrado a Cristo que te precede. Alégrate, púrpura real; tú has revestido al rey de cielo y tierra. Alégrate, libro sellado; tú has dado al mundo poder leer al Verbo, el Hijo del Padre.

San Epifanio de Salamina

Señora, oh purísima Doncella, nuestra Reina,
oh Madre del Altísimo, fragante azucena.
¡Más amplia que las nubes! ¡Más brillante que los astros!
¡Esplendorosa más que el sol! ¡Más alta que los cielos!
Los celestiales Ángeles admiran tu pureza.
Los hombres honran con fervor tu virginal belleza.

Del mundo Reina eres tú, María, Siempre Virgen,
Doncella y Purísima Virgen y santa Madre.
Adorna mi espíritu, oh Novia sin mancilla,
con tu divino júbilo, santísima doncella.
¡Más elevado tu honor, que el de los querubines!
¡Y tu esplendor es mucho más que el de los serafines!

¡Alégrate, oh cántico dulcísimo y fino,
veneración querúbica, loor de serafines!
¡Alégrate, profunda paz y puerto apacible!
¡Del Verbo, bello tálamo y flor inmarcesible!
¡Vergel feraz bellísimo de vida perdurable!
¡Árbol de vida, alégrate, oh fuente inagotable!

Te ruego, oh Santísima, suplico me acojas;
oh Reina, te invoco elevando oraciones.
Doncella, cual santísima, sin mancha Virgen Madre,
a ti suplico con fervor, oh templo venerable:
Ampara y líbrame del mal que cruza mi camino;
cual heredero, acéptame en el divino Reino.

Himno de San Nectario

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