«Si estuviésemos atentos a las cosas obvias, nos daríamos cuenta de la compañía cotidiana de Dios, que sostiene constantemente nuestra esperanza» (C. S. Lewis)
Una compañía verdadera, no siempre consoladora y gratificante, sino que a veces es áspera y dura, provocadora y exigente, como corresponde a una presencia que quiere ser incisiva y pretende cambiar mi vida; otras veces, en cambio, es compañía silenciosa e incluso demasiado silenciosa, invisible y lejana. Pero, en todo caso, compañía ordinaria y que llega a nosotros mediante las situaciones ordinarias. (…)
«Las mentes pequeñas se preocupan de las cosas extraordinarias; las mentes grandes, de las ordinarias» (Pascal)
Los sentidos son curados cuando se hacen realmente humildes y sencillos: por un lado, no pretenden las cosas extraordinarias descuidando las ordinarias; por otro, abandonan toda presunción y no consideran que únicamente existe lo que cae bajo su percepción. Entonces son libres para levantar el vuelo hacia una realidad diferente, hacia lo que no se ve, no se oye y no se toca. Y sería la máxima expresión de valentía y realización de los sentidos humanos, como dice el gran místico Angelus Silesius: «Ve a donde no puedas! ¡Mira donde no veas! Escucha donde hay silencio: es allí donde está Dios».
Como la vida habla si hay un corazón que escucha, así la vida forma solo si los sentidos están vivos y vigilantes, si son humildes y audaces.
P. Amedeo Cencini
¿Hemos perdido nuestros sentidos?, Cap 1.
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