«Orar significa presentarse ante Dios con el intelecto, mirarlo mentalmente sin apartarse, y conversar con Él en un temor y una esperanza plenas de respeto». «Lo esencial consiste en presentarse ante Dios con el intelecto encerrado en el corazón, y perseverar así noche y día hasta el fin de la vida» (Teófanes el Recluso).
«El corazón es de una profundidad insondable; podemos encontrar allí, salas de recepción y dormitorios, puertas y portales, numerosas oficinas y paisajes. Se encuentra allí el taller de la justicia tanto como el de la maldad. La muerte y la vida están en él…. El corazón es el palacio de Cristo, es allí donde Cristo, nuestro Rey, viene a tomar su reposo con los ángeles y los espíritus de los santos; en él permanece, lo recorre y establece su Reino» (San Macario).
«Durante todo el tiempo que el asceta ora con el intelecto en la cabeza, actúa únicamente con los recursos de la inteligencia humana y, a este nivel, no realizará jamás un encuentro personal e inmediato con Dios. Mediante el uso de su cerebro él puede saber algo respecto de Dios, pero no puede conocer a Dios. Es necesario, pues, que el asceta descienda de su cabeza a su corazón.
Comienza, entonces, por descender a su corazón natural y, de allí, a su corazón profundo, en ese lugar interior del corazón que no es ya una realidad carnal. Allí, en esas profundidades, descubre en primer lugar el espíritu con la semejanza de Dios que la Santa Trinidad insufló en el hombre en el momento de la creación, y con ese espíritu, llega a conocer el Espíritu de Dios que permanece en cada cristiano a partir del bautismo, aunque la mayoría de nosotros no tenga conciencia de su presencia. En esa perspectiva, todo el fin de la vida ascética y mística consiste en redescubrir la gracia del bautismo. Aquél que quiera avanzar a lo largo del sendero de la oración interior debe «volver en sí mismo», encontrar el Reino de los Cielos que está en el interior, y de esa manera pasar la frontera misteriosa que separa lo creado de lo increado» (Kallistos Ware)
Extracto del libro «El arte de la oración» de Teófano el Recluso
Amén!!!