«Porque esta es la voluntad de Dios: que ustedes sean santos» (1Tes 4, 3)
«Los santos buscan y viven dos cosas esenciales: verdadero amor y la verdad, simultáneamente y más que cualquier otra persona. Aman al pecador y denuncian y combaten el pecado. Los santos son profetas que no ofrecen lo que el mundo quiere, sino lo que el mundo necesita. Esta doble devoción de los santos al amor y a la verdad es la única arma que puede ganar la guerra contra la cultura de la muerte. Solamente los santos pueden salvar al mundo. (…)
¿Quienes tienen que hacer el trabajo? Los santos. Los santos son los glóbulos blancos que dan su vida por luchar contra la infección. Si nadie te quiere crucificar, no estás haciendo tu trabajo, o tu trabajo no es el de Dios» (…).
«La razón más profunda porqué la Iglesia está débil y el mundo está muriendo es porque no hay suficientes santos. Bueno no, la razón es porque nosotros no somos santos. Tú puedes ser santo, nada ni nadie te puede detener. Es tu elección totalmente libre. Si miras dentro de tu corazón con la mayor honestidad, tienes que admitir que solamente hay una y solamente una razón por la cual tú no eres, aún ahora, tan santo como los primeros cristianos: porque realmente no quieres serlo.
Lo que nos detiene es miedo. Miedo a pagar el precio porque el precio es «todo», todo lo que tienes. Dale a Cristo cien por ciento de tu corazón y tu vida cien por ciento del tiempo, sin quedarte con nada, absolutamente con nada en ningún lugar, nunca. Esto significa el martirio de morir diariamente, cada minuto durante el resto de tu vida, a todos tus deseos y planes, incluyendo tus planes de cómo ser santo. O más bien, para ser más teológica y psicológicamente correcto, no morir a tus deseos, sin morir al «tú» en tus deseos. Esto significa simplemente darle a Dios un cheque en blanco. Significa sumisión, fiat.
Solamente si hacemos esto, nuestra actividad apostólica funcionará. El alma humana es como un tubo que conecta el cielo y la tierra, sólo si está vacío, puede conducir la gracia del cielo a la tierra»
Peter Kreeft
Cómo ganar la guerra de la cultura
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«Porque esta es la voluntad de Dios: que ustedes sean santos» (1Tes 4, 3)
«Los santos buscan y viven dos cosas esenciales: verdadero amor y la verdad, simultáneamente y más que cualquier otra persona. Aman al pecador y denuncian y combaten el pecado. Los santos son profetas que no ofrecen lo que el mundo quiere, sino lo que el mundo necesita. Esta doble devoción de los santos al amor y a la verdad es la única arma que puede ganar la guerra contra la cultura de la muerte. Solamente los santos pueden salvar al mundo. (…)
¿Quienes tienen que hacer el trabajo? Los santos. Los santos son los glóbulos blancos que dan su vida por luchar contra la infección. Si nadie te quiere crucificar, no estás haciendo tu trabajo, o tu trabajo no es el de Dios» (…).
«La razón más profunda porqué la Iglesia está débil y el mundo está muriendo es porque no hay suficientes santos. Bueno no, la razón es porque nosotros no somos santos. Tú puedes ser santo, nada ni nadie te puede detener. Es tu elección totalmente libre. Si miras dentro de tu corazón con la mayor honestidad, tienes que admitir que solamente hay una y solamente una razón por la cual tú no eres, aún ahora, tan santo como los primeros cristianos: porque realmente no quieres serlo.
Lo que nos detiene es miedo. Miedo a pagar el precio porque el precio es «todo», todo lo que tienes. Dale a Cristo cien por ciento de tu corazón y tu vida cien por ciento del tiempo, sin quedarte con nada, absolutamente con nada en ningún lugar, nunca. Esto significa el martirio de morir diariamente, cada minuto durante el resto de tu vida, a todos tus deseos y planes, incluyendo tus planes de cómo ser santo. O más bien, para ser más teológica y psicológicamente correcto, no morir a tus deseos, sin morir al «tú» en tus deseos. Esto significa simplemente darle a Dios un cheque en blanco. Significa sumisión, fiat.
Solamente si hacemos esto, nuestra actividad apostólica funcionará. El alma humana es como un tubo que conecta el cielo y la tierra, sólo si está vacío, puede conducir la gracia del cielo a la tierra»
Peter Kreeft
Cómo ganar la guerra de la cultura
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