Dios pone al hombre en la prueba, no ciertamente para engañarlo, sino para educarlo, corregirlo y coronarlo, y para hacerlo conocerse a sí mismo y a los otros: así tentó a Abraham, Job y Tobías. Guardémonos, por tanto, de ceder a las tentaciones, mas recurramos a Dios, recordando lo que dice la Escritura: «Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito» (1Co 10, 13b).
No se puede expresar cuán útil sea sostener de buen ánimo y por amor de Dios, persecuciones, tribulaciones, adversidad, enfermedad y tentaciones; a través de ellas somos purificados de los vicios, nos disponemos a la gracia y a las virtudes, y avanzamos en ellas; nos conformamos a Cristo que ha padecido por nosotros y llegamos a la gloria eterna por la vía más rápida. Y es signo claro del amor especial de Dios hacia nosotros cuando él nos visita y ejercita paternalmente con pruebas particulares; además, normalmente prueba a través de las adversidades a las personas que más ama, como aparece evidente en su Hijo unigénito, en los apóstoles, en los mártires y en los otros santos.
Por tanto, la Escritura nos exhorta muy especialmente a la paciencia, indicándonos también la ventaja que se saca de ello. Dice la Escritura: «Considerad un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas» (St 1, 2). (…) «Sufrís para corrección vuestra. Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Mas si quedáis sin corrección, cosa que todos reciben, señal de que sois bastardos y no hijos» (Hb 12, 7-8).
Dionisio el Cartujano
De vita inclusarum
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Dios pone al hombre en la prueba, no ciertamente para engañarlo, sino para educarlo, corregirlo y coronarlo, y para hacerlo conocerse a sí mismo y a los otros: así tentó a Abraham, Job y Tobías. Guardémonos, por tanto, de ceder a las tentaciones, mas recurramos a Dios, recordando lo que dice la Escritura: «Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito» (1Co 10, 13b).
No se puede expresar cuán útil sea sostener de buen ánimo y por amor de Dios, persecuciones, tribulaciones, adversidad, enfermedad y tentaciones; a través de ellas somos purificados de los vicios, nos disponemos a la gracia y a las virtudes, y avanzamos en ellas; nos conformamos a Cristo que ha padecido por nosotros y llegamos a la gloria eterna por la vía más rápida. Y es signo claro del amor especial de Dios hacia nosotros cuando él nos visita y ejercita paternalmente con pruebas particulares; además, normalmente prueba a través de las adversidades a las personas que más ama, como aparece evidente en su Hijo unigénito, en los apóstoles, en los mártires y en los otros santos.
Por tanto, la Escritura nos exhorta muy especialmente a la paciencia, indicándonos también la ventaja que se saca de ello. Dice la Escritura: «Considerad un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas» (St 1, 2). (…) «Sufrís para corrección vuestra. Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Mas si quedáis sin corrección, cosa que todos reciben, señal de que sois bastardos y no hijos» (Hb 12, 7-8).
Dionisio el Cartujano
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