San Francisco de Sales

Nada pedir, nada rehusar

Vayan, por tanto, llenas de valor, a hacer aquello para lo que se las llama, pero vayan con sencillez; si les entra aprensión, digan a su alma: el Señor proveerá.

Si el considerar su debilidad las atormenta, pónganse en manos de Dios y confíen en Él. La mayoría de los apóstoles eran pescadores e ignorantes, y Dios los hizo santos según era preciso para el cargo que les iba a confiar. Tengan confianza en Él, apóyense en su providencia y no teman nada. No digan: no tengo talento para hablar bien. No importa, vayan sin cuidado y sin rodeos porque Dios les dirá lo que tengan que decir y hacer, a su debido tiempo. Si no tienen virtud o no la ven en ustedes, no se preocupen porque si lo que emprenden lo hacen por la gloria de Dios y por obedecer a lo que se les manda, Dios cuidará de ustedes y estará obligado a proveerlas de todo lo que necesitan.

Tengo un gran deseo de grabar en sus corazones y en sus almas una máxima que es de una utilidad sin igual: Nada pedir, nada rehusar. Reciban lo que se les dé y no pidan lo que no se les quiere dar. Practicando esto, encontrarán la paz en sus almas.

Sí, mis queridas Hermanas, mantengan sus corazones en esa santa indiferencia de recibir todo lo que se les dé y no desear lo que no se les dé. En una palabra, les digo: no deseen nada, sino déjense a ustedes mismas y todos sus asuntos, plena y perfectamente, en manos y al cuidado de la divina providencia.

Déjenla hacer en ustedes igual que los niños se dejan hacer por quienes los cuidan; lo mismo si los llevan en el brazo derecho que en el izquierdo, déjense hacer, la Providencia es buena madre y sabe mejor que ustedes lo que necesitan.

San Francisco de Sales
De la esperanza, VI, 91

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