1. ¿Tú amas?
Pregunta fundamental, pregunta corriente. Es la pregunta que abre el corazón y que da sentido a la vida. Es la pregunta que decide sobre la verdadera dimensión del hombre. En ella debe expresarse el hombre por entero y debe también en ella superarse a sí mismo.
¿Me amas? (…)
2. Esa pregunta fue hecha por Cristo a Pedro. Cristo le preguntó tres veces, y tres veces respondió Pedro. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas…? Sí, Señor, tú sabes que te amo” (Jn 21, 15-17). (…)
Para siempre, hasta el fin de su vida, Pedro debía avanzar por ese camino, acompañado de esa triple pregunta: “¿Me amas?”. Y conformaría todas sus actividades a la respuesta que entonces había dado. Cuando fue convocado ante el Sanedrín. Cuando fue encerrado en la prisión de Jerusalén, prisión de la que no debía salir… y de la que, sin embargo, salió. Y cuando marchó de Jerusalén hacia el norte, a Antioquía, y luego más lejos aún, de Antioquía a Roma. Y cuando en Roma perseveró hasta el fin de sus días, conoció la fuerza de las palabras según las cuales otro le conduciría a donde no quería ir… (cf. Jn 21, 18). (…)
3. Pedro jamás puede olvidar esta pregunta: “¿Me amas?”. La lleva consigo adondequiera que va. La lleva a través de los siglos, a través de las generaciones. En medio de los nuevos pueblos y de las nuevas naciones. En medio de lenguas y de razas siempre nuevas. La lleva él solo y, sin embargo, no está solo. Otros la llevan también con él: Pablo, Juan, Santiago, Andrés, Ireneo de Lión, Benito de Nursia, Martín de Tours, Bernardo de Claraval, el Poverello de Asís, Juana de Arco, Francisco de Sales, Juana Francisca de Chantal, Vicente de Paúl, Juan María Vianney, Teresa de Lisieux. (…)
La respuesta que han dado a esa pregunta “¿Tú amas?”, tiene una significación universal, un valor perdurable. Construye en la historia de la humanidad, el mundo del bien. Sólo el amor construye dicho mundo. Lo construye con trabajo. Debe luchar para darle forma; debe luchar contra las fuerzas del mal, del pecado, del odio, contra la codicia de la carne, contra la codicia de los ojos y contra la soberbia de la vida (cf. Jn 2, 16).
Esta lucha es incesante. Es también antigua como la historia del hombre. En nuestro tiempo, esta lucha para dar forma a nuestro mundo parece ser más grande que nunca. Y más de una vez nos preguntamos, temblando, si el odio no triunfará sobre el amor, la guerra sobre la paz, la destrucción sobre la construcción.
¡Qué elocuencia tan extraordinaria la de esta pregunta de Cristo: “¿Me amas?”! Es fundamental para cada uno y para todos. Es fundamental para el individuo y para la sociedad, para la nación y para el Estado. (…)
4. Cristo es la piedra angular de esta construcción. Es la piedra angular de esta forma que el mundo, nuestro mundo humano, puede tomar gracias al amor. (…)
Todo esto no significa otra cosa que responder siempre y constantemente, con tenacidad y de manera consecuente, a esa única pregunta: ¿Tú amas? ¿Tú me amas? ¿Me amas cada vez más?
Es, en efecto, esta respuesta, es decir, este amor lo que hace que seamos “linaje escogido, sacerdocio regio, gente santa, pueblo adquirido…” (1 Pe 2, 9).
Es la que hace que proclamemos las obras maravillosas de Aquel que nos “ha llamado de las tinieblas a su luz admirable” (ib.). (…)
Sólo el amor dura siempre (cf. 1 Cor 13, 8). Sólo el amor construye la forma de la eternidad en las dimensiones terrestres y fugaces de la historia del hombre sobre la tierra. (…)
…Yo deseo que todos y cada uno escuchemos en toda su elocuencia la pregunta que Cristo hizo antaño a Pedro: ¿Amas? ¿Me amas? ¡Que esa pregunta resuene y encuentre eco profundo en cada uno de nosotros!
El futuro del hombre y del mundo depende de ello. ¿Escucharemos esa pregunta? ¿Comprenderemos su importancia? ¿Cómo responderemos a ella?
San Juan Pablo II
Visita Pastoral a París y Lisieux
Misa celebrada en la Catedral de Notre Dame, París, 30-05-1980
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1. ¿Tú amas?
Pregunta fundamental, pregunta corriente. Es la pregunta que abre el corazón y que da sentido a la vida. Es la pregunta que decide sobre la verdadera dimensión del hombre. En ella debe expresarse el hombre por entero y debe también en ella superarse a sí mismo.
¿Me amas? (…)
2. Esa pregunta fue hecha por Cristo a Pedro. Cristo le preguntó tres veces, y tres veces respondió Pedro. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas…? Sí, Señor, tú sabes que te amo” (Jn 21, 15-17). (…)
Para siempre, hasta el fin de su vida, Pedro debía avanzar por ese camino, acompañado de esa triple pregunta: “¿Me amas?”. Y conformaría todas sus actividades a la respuesta que entonces había dado. Cuando fue convocado ante el Sanedrín. Cuando fue encerrado en la prisión de Jerusalén, prisión de la que no debía salir… y de la que, sin embargo, salió. Y cuando marchó de Jerusalén hacia el norte, a Antioquía, y luego más lejos aún, de Antioquía a Roma. Y cuando en Roma perseveró hasta el fin de sus días, conoció la fuerza de las palabras según las cuales otro le conduciría a donde no quería ir… (cf. Jn 21, 18). (…)
3. Pedro jamás puede olvidar esta pregunta: “¿Me amas?”. La lleva consigo adondequiera que va. La lleva a través de los siglos, a través de las generaciones. En medio de los nuevos pueblos y de las nuevas naciones. En medio de lenguas y de razas siempre nuevas. La lleva él solo y, sin embargo, no está solo. Otros la llevan también con él: Pablo, Juan, Santiago, Andrés, Ireneo de Lión, Benito de Nursia, Martín de Tours, Bernardo de Claraval, el Poverello de Asís, Juana de Arco, Francisco de Sales, Juana Francisca de Chantal, Vicente de Paúl, Juan María Vianney, Teresa de Lisieux. (…)
La respuesta que han dado a esa pregunta “¿Tú amas?”, tiene una significación universal, un valor perdurable. Construye en la historia de la humanidad, el mundo del bien. Sólo el amor construye dicho mundo. Lo construye con trabajo. Debe luchar para darle forma; debe luchar contra las fuerzas del mal, del pecado, del odio, contra la codicia de la carne, contra la codicia de los ojos y contra la soberbia de la vida (cf. Jn 2, 16).
Esta lucha es incesante. Es también antigua como la historia del hombre. En nuestro tiempo, esta lucha para dar forma a nuestro mundo parece ser más grande que nunca. Y más de una vez nos preguntamos, temblando, si el odio no triunfará sobre el amor, la guerra sobre la paz, la destrucción sobre la construcción.
¡Qué elocuencia tan extraordinaria la de esta pregunta de Cristo: “¿Me amas?”! Es fundamental para cada uno y para todos. Es fundamental para el individuo y para la sociedad, para la nación y para el Estado. (…)
4. Cristo es la piedra angular de esta construcción. Es la piedra angular de esta forma que el mundo, nuestro mundo humano, puede tomar gracias al amor. (…)
Todo esto no significa otra cosa que responder siempre y constantemente, con tenacidad y de manera consecuente, a esa única pregunta: ¿Tú amas? ¿Tú me amas? ¿Me amas cada vez más?
Es, en efecto, esta respuesta, es decir, este amor lo que hace que seamos “linaje escogido, sacerdocio regio, gente santa, pueblo adquirido…” (1 Pe 2, 9).
Es la que hace que proclamemos las obras maravillosas de Aquel que nos “ha llamado de las tinieblas a su luz admirable” (ib.). (…)
Sólo el amor dura siempre (cf. 1 Cor 13, 8). Sólo el amor construye la forma de la eternidad en las dimensiones terrestres y fugaces de la historia del hombre sobre la tierra. (…)
…Yo deseo que todos y cada uno escuchemos en toda su elocuencia la pregunta que Cristo hizo antaño a Pedro: ¿Amas? ¿Me amas? ¡Que esa pregunta resuene y encuentre eco profundo en cada uno de nosotros!
El futuro del hombre y del mundo depende de ello. ¿Escucharemos esa pregunta? ¿Comprenderemos su importancia? ¿Cómo responderemos a ella?
San Juan Pablo II
Visita Pastoral a París y Lisieux
Misa celebrada en la Catedral de Notre Dame, París, 30-05-1980
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