El conflicto entre la tierra y el cielo sólo existe en la medida en que nosotros mismos nos obcecamos. No es la luz la que falta a nuestra mirada, sino nuestra mirada la que falta a la luz.
La luz es invisible como las tinieblas. Lo que se ve no es la luz, sino los objetos iluminados. Del mismo modo, el místico no ve a Dios, sino que ve el mundo iluminado por el fulgor divino.
Gustave Thibon
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