Los Apóstoles no sabían cómo rezar, y pidieron a Jesús que les enseñase a hacerlo. Jesús, entonces, les enseñó el Padre nuestro.
Creo que cada vez que decimos Padre nuestro, Dios mira sus manos, donde nos tiene dibujados: «Quiero que sepáis que os tengo esculpidos en la palma de mis manos…» (Is 49, 16)
¡Qué descripción más hermosa y expresiva del amor personal que Dios siente por cada uno de nosotros!
Madre Teresa de Calcuta
Orar. Su pensamiento Espiritual.
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