«Que nadie se engañe: si uno se considera sabio en las cosas de este mundo, vuélvase loco para llegar a sabio; porque la sabiduría de este mundo es locura para Dios» (1Cor 3,18)
«¡Qué dicha sufrir por quien nos ama hasta la locura y pasar por locas a los ojos del mundo! Se juzga a los demás por uno mismo, y, como el mundo es insensato, ¡piensa naturalmente que las insensatas somos nosotras…!» (Santa Teresita, Carta 169, a Celina)
«Como el mundo con su sabiduría no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, dispuso Dios salvar a los creyentes por la locura de la cruz.
Porque los judíos piden milagros, los griegos buscan sabiduría, mientras que nosotros anunciamos un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos; pero para los llamados, tanto judíos como griegos, un Cristo que es fuerza y sabiduría de Dios.
Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad de Dios más fuerte que la fortaleza de los hombres» (1Cor 21, 25).
«Jesús necesita corazones que olvidándose de sí mismos y lejos del mundo, adoren y amen con frenesí y con locura su Corazón dolorido y desgarrado por tanto olvido. Jesús mío, dulce dueño de mis amores, toma el mío» (San Rafael Arnáiz, Dios y mi alma, 07/04/1938).
«El hombre puramente natural no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, porque le parece una locura; y tampoco puede entenderlo, porque para eso se necesita un criterio espiritual. En cambio el hombre espiritual puede juzgarlo todo y a él nadie lo puede juzgar» (1 Cor 2, 14-15).
«Es posible dar, de manera igualmente práctica, una respuesta general relativa a lo que ha hecho conservar la locura a los hombres a lo largo de la historia: el misticismo. Mientras haya misterio habrá salud, y cuando se destruye el misterio aparece la enfermedad. Las personas corrientes siempre han estado cuerdas porque las personas corrientes siempre han sido místicas. Han admitido el claroscuro. (…) Les ha interesado más la verdad que la coherencia. (…) Es precisamente ese equilibrio entre aparentes contradicciones lo que mantiene a flote su cordura. El secreto del misticismo consiste en que se puede entender todo con la ayuda de cosas que no se entienden» (G. K. Chesterton, Ortodoxia, Cap II).
«Para salvarnos de la nada, Dios se rebajó por una locura de amor, y no lo hizo perdiendo su divinidad, sino para demostrar qué es ésta realmente, a saber, una locura de amor» (Olivier Clément).
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«Que nadie se engañe: si uno se considera sabio en las cosas de este mundo, vuélvase loco para llegar a sabio; porque la sabiduría de este mundo es locura para Dios» (1Cor 3,18)
«¡Qué dicha sufrir por quien nos ama hasta la locura y pasar por locas a los ojos del mundo! Se juzga a los demás por uno mismo, y, como el mundo es insensato, ¡piensa naturalmente que las insensatas somos nosotras…!» (Santa Teresita, Carta 169, a Celina)
«Como el mundo con su sabiduría no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, dispuso Dios salvar a los creyentes por la locura de la cruz.
Porque los judíos piden milagros, los griegos buscan sabiduría, mientras que nosotros anunciamos un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos; pero para los llamados, tanto judíos como griegos, un Cristo que es fuerza y sabiduría de Dios.
Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad de Dios más fuerte que la fortaleza de los hombres» (1Cor 21, 25).
«Jesús necesita corazones que olvidándose de sí mismos y lejos del mundo, adoren y amen con frenesí y con locura su Corazón dolorido y desgarrado por tanto olvido. Jesús mío, dulce dueño de mis amores, toma el mío» (San Rafael Arnáiz, Dios y mi alma, 07/04/1938).
«El hombre puramente natural no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, porque le parece una locura; y tampoco puede entenderlo, porque para eso se necesita un criterio espiritual. En cambio el hombre espiritual puede juzgarlo todo y a él nadie lo puede juzgar» (1 Cor 2, 14-15).
«Es posible dar, de manera igualmente práctica, una respuesta general relativa a lo que ha hecho conservar la locura a los hombres a lo largo de la historia: el misticismo. Mientras haya misterio habrá salud, y cuando se destruye el misterio aparece la enfermedad. Las personas corrientes siempre han estado cuerdas porque las personas corrientes siempre han sido místicas. Han admitido el claroscuro. (…) Les ha interesado más la verdad que la coherencia. (…) Es precisamente ese equilibrio entre aparentes contradicciones lo que mantiene a flote su cordura. El secreto del misticismo consiste en que se puede entender todo con la ayuda de cosas que no se entienden» (G. K. Chesterton, Ortodoxia, Cap II).
«Para salvarnos de la nada, Dios se rebajó por una locura de amor, y no lo hizo perdiendo su divinidad, sino para demostrar qué es ésta realmente, a saber, una locura de amor» (Olivier Clément).
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