La esencia de la oración

La fe sin obras está muerta y la oración es la primera obra y el principio de toda verdadera acción. Al creer en Dios, debemos creer que en Él está todo el bien en plenitud y perfectamente, de lo contrario no sería Dios. Y si todo el bien está realmente en Dios, entonces, por nosotros mismos no podemos realizar cualquier acción buena y verdadera: en nuestro poder está solo el no oponernos al bien y a la gracia que viene de lo alto, y con semejante no oposición, con semejante consenso a la gracia, cooperar con ella. La gracia nos dirige hacia Dios, y nosotros solo consentimos, con nuestra voluntad, a esta conversión. En esto consiste la esencia de la oración, que es ya una obra buena y verdadera: en ella nosotros actuamos en Dios, y Dios opera en nosotros. este es ya el principio de una nueva vida espiritual. Ya oímos en nosotros su primer movimiento. Sabemos que esta vida está en nosotros y constituye la mejor parte de nosotros mismos. Pero también sabemos que esta no proviene de nosotros. Si fuéramos realmente los creadores y dadores de esta nueva vida, no sufriríamos ni lucharíamos, y la conciencia de nuestro mal y de nuestra debilidad no nos oprimiría. La realidad de la nueva vida buena, que hemos sentido en nosotros, no ha sido creada por nosotros, sino que la hemos recibido como un libre regalo. Y si este regalo es bueno, si el sentimiento de esta nueva vida eleva e ilumina nuestra alma, entonces el regalo de dicha vida puede derivar solo de lo alto, del Padre de la luz. Esta vida no es de nosotros, sino del Padre, de lo alto; pero está en nosotros, es nuestra, y el Padre de esta nueva vida es el Padre nuestro.

Vladimir Soloviev
Los fundamentos espirituales de la vida

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