«Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 4, 17)
Tenemos la interpretación «idealista» que nos dice: el reino de Dios no es una entidad externa, sino que tiene su lugar en el interior del hombre —pensemos en lo que hemos oído decir a Orígenes—. En esto hay algo de verdad, pero esta interpretación no es suficiente, ni siquiera en el plano lingüístico. También tenemos la interpretación que se refiere a una expectativa inminente, la cual explica que el reino de Dios no llega lentamente, de modo que pueda ser observado; de pronto está ahí. Pero esta interpretación no tiene apoyo en la formulación del texto. Por eso, cada vez cobra más fuerza la idea de que con estas palabras Cristo se refiere a sí mismo: él, que está en medio de nosotros, es el reino de Dios, sólo que no lo conocemos (cf. Jn 1, 30s).
…el «reino» no está dado simplemente en la presencia física de Jesús, sino que está dado en su actuar, que acontece en el Espíritu Santo. En este sentido, el reino de Dios se hace presente aquí y ahora, en él y con él «se acerca».
…la nueva cercanía del reino de la que habla Jesús y cuya proclamación es lo distintivo de su mensaje, esta nueva cercanía consiste en él mismo. Por medio de la presencia y la actuación de Jesús, Dios, como sujeto que actúa, ha entrado aquí y ahora, de modo completamente nuevo, en la historia.
Por eso se ha cumplido el tiempo (Mc 1, 15); por eso ha llegado, de modo singular, la hora de la conversión y el arrepentimiento, como también la hora de la alegría, pues en Jesús Dios viene a nosotros. En él es Dios quien actúa y domina; pero domina de modo divino, es decir, sin poder mundano, por medio del amor que va «hasta el extremo» (Jn 13, 1), hasta la cruz.
Joseph Ratzinger
Jesús de Nazaret, El evangelio del Reino de Dios
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«Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 4, 17)
Tenemos la interpretación «idealista» que nos dice: el reino de Dios no es una entidad externa, sino que tiene su lugar en el interior del hombre —pensemos en lo que hemos oído decir a Orígenes—. En esto hay algo de verdad, pero esta interpretación no es suficiente, ni siquiera en el plano lingüístico. También tenemos la interpretación que se refiere a una expectativa inminente, la cual explica que el reino de Dios no llega lentamente, de modo que pueda ser observado; de pronto está ahí. Pero esta interpretación no tiene apoyo en la formulación del texto. Por eso, cada vez cobra más fuerza la idea de que con estas palabras Cristo se refiere a sí mismo: él, que está en medio de nosotros, es el reino de Dios, sólo que no lo conocemos (cf. Jn 1, 30s).
…el «reino» no está dado simplemente en la presencia física de Jesús, sino que está dado en su actuar, que acontece en el Espíritu Santo. En este sentido, el reino de Dios se hace presente aquí y ahora, en él y con él «se acerca».
…la nueva cercanía del reino de la que habla Jesús y cuya proclamación es lo distintivo de su mensaje, esta nueva cercanía consiste en él mismo. Por medio de la presencia y la actuación de Jesús, Dios, como sujeto que actúa, ha entrado aquí y ahora, de modo completamente nuevo, en la historia.
Por eso se ha cumplido el tiempo (Mc 1, 15); por eso ha llegado, de modo singular, la hora de la conversión y el arrepentimiento, como también la hora de la alegría, pues en Jesús Dios viene a nosotros. En él es Dios quien actúa y domina; pero domina de modo divino, es decir, sin poder mundano, por medio del amor que va «hasta el extremo» (Jn 13, 1), hasta la cruz.
Joseph Ratzinger
Jesús de Nazaret, El evangelio del Reino de Dios
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