«Esta flor de Israel (San José) tuvo la fe de Abraham, la piedad de David, su ancestro, la sabiduría de los profetas, una paciencia más heroica que la de Job y de Tobías, y un celo más grande que el de Elías por la gloria de Dios» (Beato Gabriele Allegra)
«Benditos todos aquellos que esperan en el Señor» (Is 30, 18)
La vida no fue fácil para San José. Su misión requirió mucha espera. Si San José no acompañó a María en su viaje a la casa de Isabel, tuvo que esperar tres largos meses para volver a ver a su esposa. Cuando San José vio que su esposa estaba encinta, tuvo que esperar a que el Señor le revelara lo que Él quería que hiciera en respuesta al maravilloso embarazo. Esas pruebas debieron haber sido extremadamente desafiantes para San José, pero él las utilizó como una oportunidad para crecer en paciencia y santidad, y aprovechó cada oportunidad.
San José exhibió una paciencia heroica en Egipto. Llevar a su esposa y al recién nacido a un país con un idioma, una cultura, una religión y una moneda diferentes, debió haber llenado su corazón de ansiedad. Encontrar trabajo en Egipto y proveer comida y techo para su familia no pudo haber sido fácil. ¿Qué esposo o qué padre no estaría en un constante estado de ansiedad ante esa situación? No tenía idea de cuánto tiempo tendría que estar en Egipto; sin embargo, en cada situación San José siempre se mantuvo en paz, amable, tranquilo y abandonado a la Divina Providencia.
Ejercitar la paciencia no significa que una persona estará libre de las ansiedades de la vida. Cuando María y José perdieron a Jesús durante tres días en Jerusalén, buscaron a su amado Hijo con gran ansiedad (ver Lc 2,48). Estaban sumamente preocupados, pero confiaban infinitamente en la Divina Providencia.
«Él [San José] siempre se mostraba imperturbable, incluso en las adversidades. Configurémonos con este sublime ejemplo y aprendamos a permanecer en paz y tranquilos en todas las circunstancias de la vida» (San José Marello)
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