Paul Claudel

Es como si fuera nuestro, ¡es de nosotros!

Nosotros no contamos tan sólo con nuestras propias fuerzas para amar, para comprender y servir a Dios, sino que disponemos, en su conjunto, de todo: desde la Virgen bendita en la cima de todos los cielos hasta ese pobre leproso que, con su campanilla en mano, se sirve de una boca medio podrida para emitir las respuestas de la Eucaristía. Toda la Creación —visible e invisible—, toda la historia, todo el pasado, todo el presente y todo el porvenir, la naturaleza entera, el tesoro completo de los santos multiplicado por la Gracia, todo eso está a nuestra disposición, todo eso es parte nuestra y un prodigioso instrumento en nuestro haber.

Todos los santos, los ángeles todos nos pertenecen. Podemos servirnos de la inteligencia de santo Tomás, del brazo de san Miguel como del corazón de Juana de Arco y de Catalina de Siena, y de tantos otros bienes latentes que nos alcanza con tocar para que entren en ebullición.

Todo el bien que se hace, todo lo grande y lo bello de un extremo al otro de la tierra, todo lo que posee santidad (como un médico dice de un enfermo que «tiene» fiebre), es como si fuese nuestro, nuestra propia obra. El heroísmo de los misioneros, la inspiración de los doctores, la generosidad de los mártires, el genio de los artistas, la oración ardiente de las clarisas… es como si fuera nuestro, ¡es de nosotros!

De Norte a Sur, desde el Alfa hasta la Omega, del Levante al Poniente, todo cuanto hay de Santo no es sino Uno con nosotros: nosotros nos revestimos de ello y poniendo así en marcha este inmenso Todo.

Paul Claudel
Un poeta mira la cruz

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