¡Señor! Eres el cielo y la tierra, la vida y la muerte. ¡Eres sol y la tierra y el viento! Estás en nuestros cuerpos y estás en nuestras almas. Nuestro amor también eres tú. Habitas donde está todo, allí donde estás está tu templo. Suminístrame la vida para servirte y el alma necesaria para amarte. Concédeme la vista para contemplarte siempre en el cielo y en la tierra, concédeme los oídos para escucharte entre el viento y el mar, concédeme manos para poder trabajar en tu nombre.
Quiero ser puro como el agua, alto como el cielo. Que se evapore el barro de los caminos de mis pensamientos, que se retiren las hojas secas de las lagunas de mis proyectos. Déjame amar al prójimo como si fuesen mis hermanos y servirte como si fueras mi padre. Vuélvete en mí digno de ti.
¡Bendito sea tu nombre en el Cielo y en la Tierra, por el Cuerpo y el Alma, entre la Vida y la Muerte! Permite que mi boca te alabe, que mis manos te alaben.
Mi vida será digna de tu presencia si así lo consideras, y mi cuerpo, tu carne, será digno de la Tierra. Ojalá mi alma pueda aparecer delante de ti como un hijo que regresa a su hogar.
Déjame ser grande como el Sol para poderte adorar por mis propios medios, déjame ser claro como el día para verte y adorarte por mis propios medios.
Señor, dame tu protección y tu amparo, permíteme sentirme tuyo.
Señor, líbrame de mí.
Permite a mi pomar que le broten frutos sabrosos para ti, y que mi viña dé vino.
Si me muevo, eres tú quien me mueve. Si hablo, eres tú quien habla. Si doy un paso, eres tú quien avanza. Cuando me detengo, sales de mí.
Fernando Pessoa
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