Al final es la oración la que me permite mantener todo en su sitio y la que me permite ser desmembrado y fragmentado. El sentido de la presencia de Dios es el ancla, la clave y la roca, en virtud de la cual los diversos elementos de la vida cotidiana se perciben en su justa perspectiva. Todo fluye hacia y desde la oración; es tan simple como eso. Vivir y orar se convierte en un flujo continuo, en una vida donde cada elemento desempeña su función dentro de un conjunto armonioso y equilibrado.
Esther de Waal
Invitación al asombro
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