Hija mía muy querida, yo siempre proveo; más aún, te digo que lo que he dado al hombre es providencia suma. Con providencia lo creé, y cuando miré en mí mismo, me enamoré de la belleza de mi criatura. Me complací en crearla a mi imagen y semejanza con gran providencia; así, proveí a darle la memoria a fin de que recordara mis beneficios; le di el intelecto a fin de que, en la sabiduría de mi Hijo unigénito, conociera mi criatura mi voluntad de Padre eterno; le di la voluntad de amar, haciéndole partícipe de la clemencia del Espíritu Santo.
Mi infinita y eterna providencia proveyó a revestir al hombre, el cual, perdido el hábito de la inocencia y desnudado de toda virtud, perecía de hambre y moría de frío en esta vida de peregrinación. Pero yo, suma providencia, salí al encuentro de esta necesidad: he aquí por qué, no obligado por vuestra justicia o por vuestra virtud, sino sólo por mi bondad, os procuré el hábito que os faltaba, por medio de este dulce y amoroso Verbo, mi Hijo unigénito. Él, despojándose a sí mismo de la vida, os revistió de aquella gracia e inocencia que recibís ahora en el santo bautismo.
Mi providencia procuró también al hombre el alimento para confortarle mientras va de peregrino y viandante en esta vida, a fin de que pueda llegar a su destino, que es el fin para el que lo creé.
¿Y qué alimento es éste? Es la sangre y cuerpo de Cristo crucificado, todo Dios y todo hombre, alimento de los ángeles y pan de vida. Es un alimento que sacia a todo hambriento que se deleita con este pan, pero no al que no conoce este hambre: en efecto, quiere ser comido con la boca del santo deseo y saboreado por amor.
Todo esto os ha concedido mi providencia, que desde el principio del mundo hasta hoy ha provisto y proveerá, hasta el fin del mundo, para las necesidades y para la salvación del hombre de muchos y diferentes modos, en función de lo que yo, justo y verdadero médico, veo necesario para vuestras enfermedades. Nunca faltará mi providencia a quien quiera recibirla; o sea, que no faltará a los que esperan perfectamente en mí.
Santa Catalina de Siena
Dialogo della Divina Providenza
Icono de Fr. Ilie Bobaianu
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