Ofrezcamos nuestros sufrimientos a Jesús para salvar almas. ¡Pobres almas…! Ellas tienen menos gracias que nosotras, y si embargo toda la sangre de un Dios se derramó por salvarlas… Y Jesús quiere hacer depender su salvación de un suspiro de nuestro corazón… ¡Qué gran misterio…! Si un solo suspiro puede salvar un alma, ¿qué no podrán hacer sufrimientos como los nuestros…? ¡No rehusemos nada a Jesús…!
Santa Teresa de Lisieu
Carta 85, A Celina.
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