«¡Hemos comulgado…! ¡Qué unión! ¡Los dos extremos unidos: Jesús todo, Gema nada. ¡Qué misterio! ¡Viva Jesús!… Ayer al acercarme a Jesús expuesto en la Custodia, me sentí tan abrasada, que me vi obligada a retirarme; me abrasaba por todas partes; el ardor había subido hasta los ojos. ¡Viva Jesús!… Jesús es un amante irresistible… Si Jesús va de esta manera, pronto quedará sólo. Hace unos días me quejaba a Jesús diciéndole: “¡Dios mío, si con todos os portáis de esta manera que se sientan abrasar y morir en vuestra presencia, nadie podrá resistir y os quedaréis sólo!”»
«¡Padre, Padre, no puedo más! Después de la sagrada Comunión no puedo explicarme cómo Jesús se comunica a la última de sus criaturas y se le manifiesta con todo el esplendor de su corazón en la maravillosa expansión de su amor paternal, Padre, piénselo usted también y no podrá resistir. ¡Y pensar quien soy yo! Me reconozco como vil criatura y fruto del pecado. Y el buen Jesús, demasiado bueno, quiere que vaya a Él y que le hable con toda confianza».
«¡Oh, qué preciosos momentos los de la Comunión! Padre, la Comunión es una felicidad que no se puede comparar, a mi parecer, sino con la bienaventuranza de los ángeles y santos. Ellos contemplan cara a cara a Jesús y están seguros de no perderlo jamás; los envidio por estas dos cosas y quisiera hacerles compañía, pero por lo demás tendría motivo para alegrarme, pues Jesús penetra cada día en mi corazón».
Santa Gema Galgani
De unas cartas al P. Germán, su director espiritual
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