«Por sus heridas fuimos sanados» (Is 53, 5).
Nadie escapa a la posibilidad de ser herido. Todos somos personas heridas, física, psicológica, mental, espiritualmente. La pregunta principal no es: «¿Cómo podemos esconder nuestras heridas?», a fin de que no nos resulten embarazosas, sino: «¿Cómo podemos poner nuestras heridas al servicio de los demás?».
Cuando las heridas dejan de ser una fuente de vergüenza y se vuelven fuente de curación, nos convertimos en curadores heridos. Jesús es el curador herido de Dios: por medio de sus heridas nos ha sanado de nuevo a nosotros. El sufrimiento y la muerte de Jesús han traído consigo alegría y vida; su humillación ha traído gloria; su rechazo ha traído una comunidad de amor. Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras heridas traigan curación a los otros.
Henri J. M. Nouwen
Pane per il viaggio
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