El ser mediocre acepta de buen grado los términos medios en el amor o la amistad. No necesita, para amar, de una estima, de una transparencia totales y recíprocas, de un don de sí sin reserva: sus más claros afectos van impregnados de cálculo y de desconfianza; siempre llevan consigo puertas de escape. Por otra parte, se complace de esas medias tintas y no desea otra cosa. La señal de un alma grande, por el contrario, es el sentir la asfixia en esas relaciones medidas, reticentes y estancadas.
Gustave Thibon
El pan de cada día
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