¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
El mundo no entiende ni podrá jamás entender el gozo, la alegría profunda que consume el corazón, la alegría que nadie puede quitar porque no es de este mundo.
Mientras muchos se escandalizan de la cruz, los cristianos recordamos que el sufrimiento ha sido y es enaltecido por Aquél que le dio sentido, un sentido que sólo pueden entender aquellos que aceptan cargar con su cruz, que quieren ser discípulos del Maestro, Amigos de la Cruz, aquellos que la llevan con amor, sin rabia ni resignación ni odio, a imitación de Jesucristo, Salvador nuestro. Un sentido que pueden entender aquellos que se animan a atravesar el desierto y el infierno, el Getsemaní y el Calvario, a ejemplo de Jesús, para encontrar, después del Viernes y del Sábado Santo, el Domingo de Resurrección. No hay otro camino.
Lo curioso es que uno se adentra en estos días a acompañar al Maestro, y es imposible mirarlo a Él sin verse a uno mismo. Si en cada llaga estoy yo, si yo se la infligí… si yo lo escupí… ¿Cómo no hacerse y hacerle tantas preguntas en estos días? Y Él responde, con su mismo silencio, habla, y se obtienen respuestas porque «sólo al que se pregunta se le responde» como dijo Joseph Ratzinger.
¿Cómo callar, entonces, la voz de la Verdad? «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado» (Lc 24, 5-6).
¿Cómo no decir que Dios está vivo, que Dios sufre, que Dios ha resucitado de entre los muertos en este Gran Sábado Santo de la historia en que el mundo ha olvidado a Dios? Si Él no hubiera resucitado, nada tendría sentido, la vida no tendría sentido, se terminaría en la muerte, hacia donde todos caminamos… La vida terminaría a raíz de la condena que todos llevamos desde el comienzo por el pecado original. ¡Pero no! ¡No es así!
Porque Cristo ha vencido a la muerte, podemos ser vencedores con Él y ser salvados. Sólo por este camino estrecho podremos participar un día del Paraíso. No hay atajos, pero también somos libres de elegir. La Omnipotencia de Dios termina en la libertad del hombre que puede decidir, que puede decir que sí o que no a su plan de salvación… Dios nos creó libres porque no quiere que lo amemos por obligación, sino que sea un amor puro, un amor libre.
Si por un pecado Satanás cayó y perdió el Paraíso, el pecado es el único impedimento para que entremos en él cuando Dios nos llame. Y Dios ha derrochado su gracia para que todos sus hijos se salven, ha derrochado su misericordia, pero muchos no quieren aceptarla… Porque para eso hay que reconocerse miserable y vivimos en un mundo lleno de orgullo y autosuficiencia. ¿Cómo no hacerse tantas preguntas ante esta situación tan descalabrada en que vivimos…? Donde hay gente que puede pasar de la cuna a la tumba sin preguntarse nada…
Jesucristo resucitó con sus llagas… esas llagas sangran hasta el fin de los tiempos, hasta que se consume el plan divino. Y nosotros somos quienes lo clavamos, quienes lo escupimos y laceramos… Él se entregó por nosotros siendo nosotros sus enemigos y aún lo somos cada vez que pecamos…. Pero no vemos esto, estamos bastante ciegos pensando siempre que el problema lo tiene otro. Lo cierto es que en el terrible juicio particular que cada uno tendrá que pasar solo ante Dios, allí Él no nos preguntará qué hizo el de al lado, sino qué hizo cada uno de nosotros, qué hice yo con todo lo que Él me dio. Eso es lo único que uno puede hacer: intentar, aún con tantas miserias, llevar a cabo por su gracia el plan que Él pensó para cada uno de nosotros.
Dios se entrega en su Presente eterno por todos nosotros, por todos los hombres, por mí y por ti, para que podamos participar de su Vida divina en la eternidad, eternidad que comienza aquí en la tierra. Él nos dio el ejemplo para que sigamos sus huellas…
Las huellas del Eterno.
+ Carolina de Jesús
Domingo de Resurrección 2019
¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Cristo resucitó! Esa es mi alegría.
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