El ayuno que yo quiero es éste:
abrir las prisiones injustas,
hacer saltar los cerrojos de los cepos,
dejar libres a los oprimidos,
romper todos los cepos;
compartir tu pan con el hambriento,
hospedar a los pobres sin techo,
vestir al que ves desnudo
y no despreocuparte de tu hermano.
Entonces brillará
tu luz como la aurora,
tus heridas sanarán rápidamente;
tu justicia te abrirá camino,
detrás irá la gloria del Señor.
Entonces llamarás al Señor,
y te responderá;
pedirás auxilio, y te dirá: Aquí estoy.
Si destierras de ti los cepos,
y el señalar con el dedo,
y la maledicencias;
si das tu pan al hambriento
y sacias el estómago del indigente,
surgirá tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad se volverá mediodía.
El Señor te guiará siempre,
en el desierto saciará tu hambre,
hará fuertes tus huesos,
serás un huerto bien regado,
un manantial de aguas
cuya vena nunca engaña,
reconstruirás viejas ruinas,
levantarás sobre los cimientos de antaño;
te llamarán tapiador de brechas,
restaurador de casas en ruina.
Is 58, 6-12
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