Adviento Santísima Virgen María

«Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí tu palabra» (Lc 1, 38)


Como una gavilla se recoge en su centro y se expande en sus extremos, así la vida de María se concentra en su «sí». A partir de él, su vida recibe su sentido y su forma, se despliega hacia adelante y hacia atrás. Lo que resume su vida de un modo único, a la vez la acompaña en cada instante de su existencia, ilumina cada vuelta de su vida, otorga su sentido determinado a cada situación, le regala a ella misma la gracia de la comprensión de un modo siempre nuevo en cada situación. Su «sí» llena de sentido todo respiro, todo movimiento, toda oración de la Madre del Señor. Ésta es, en efecto, la naturaleza de un «sí»: ata a quien lo pronuncia, pero le concede plena libertad de realización.

María, al pronunciar el «sí», renuncia a sí misma y se decide a dejar actuar únicamente a Dios; sin embargo, precisamente mediante esta decision, se vuelve cooperadora, en cuanto que la cooperación con las obras de la gracia es siempre fruto de una renuncia. Toda renuncia hecha en nombre del amor resulta fecunda, dado que deja espacio a la aceptacion de Dios, y Dios espera sólo la aceptacion del hombre para mostrar lo que es capaz de hacer el mismo hombre junto con Dios. A través de la renuncia a todas sus posibilidades, María obtiene una realizacion que va más allá de sus posibles esperanzas: se convierte en la madre del Senor cooperando con el cuerpo, su sierva y esposa cooperando con el Espiritu. Su fecundidad es tan ilimitada precisamente porque la renuncia presente en su «sí» aparecía asimismo sin limites.

María no pone ninguna condición, no expresa reserva alguna, sino que se entrega enteramente en el acto de su respuesta. No se limita a querer lo que Dios tambien quiere, sino que pone su «sí» a disposición de Dios para que lo convierta en objeto de creación y transformación. Al pronunciar el «si» no expresa ningún deseo, preferencia o petición que deban ser respetados. No suscribe ningún contrato con Dios, sino que sólo desea ser admitida en la gracia tal como la misma gracia requiere de ella. Sólo Dios debe disponer de su «sí». Desde el momento en que ha pronunciado este «sí» Ileva a cabo una constante realizacion sometiéndose a Dios en todo y de una manera total: el «sí» viene a configurar, por consiguiente, toda su existencia.

Adrienne Von Speyr
Ancilla Domini / María en la Redención

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