Cardenal François-Xavier Nguyen Van Thuan

Pertenecemos a una historia que es más grande que nosotros

Cuando se trata de proclamar este pasaje evangélico en la liturgia, no pocas veces nos sentimos en una situación embarazosa. Hay quien considera la lectura de ese texto como un ejercicio carente de significado, casi como una repetición aburrida. Otros lo leen a toda velocidad, haciéndolo incomprensible a los fieles; otros lo abrevian, saltando algunos fragmentos.

Para nosotros, los asiáticos, y en particular para mí, que soy vietnamita, el recuerdo de nuestros antepasados tiene un gran valor. Siguiendo nuestra cultura, guardamos con piedad y devoción en el altar doméstico el libro de nuestra genealogía familiar. Conozco los nombres de quince generaciones de mis antepasados, desde 1698, cuando mi familia recibió el santo bautismo. A través de la genealogía nos damos cuenta de que pertenecemos a una historia que es más grande que nosotros. Y captamos con mayor verdad el sentido de nuestra propia historia.

Por eso agradezco a la santa madre Iglesia que al menos dos veces al año, en el tiempo de adviento y en la fiesta de la Natividad de María, haga resonar en nuestras asambleas, diseminadas por todo el mundo católico, los nombres de tantos personajes significativos que han tenido, según el misterioso designio de Dios, un papel importante en la historia de la salvación y en la realidad del pueblo de Israel. Estoy convencido de que las palabras del «Libro de la genealogía de Jesucristo» contienen el anuncio esencial de la Antigua y de la Nueva Alianza, el núcleo del misterio de la salvación, que nos encuentra a todos unidos: católicos, ortodoxos y protestantes. Verdaderamente, la misericordia de Dios se extiende y se extenderá de generación en generación, «porque es eterna su misericordia». Que esta lista de nombres de pecadores y pecadoras que Mateo pone de relieve en la genealogía de Jesús no nos escandalice. En ella se exalta el misterio de la misericordia de Dios.

Cardenal François-Xavier Nguyen Van Thuan
Testigos de esperanza. Ejercicios espirituales dados en el Vaticano en presencia de S.S. Juan Pablo II.

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