Cuando llegue el momento en que ya no surja absolutamente ningún deseo al que haya que poner resistencia, no habrá ningún enemigo con quien combatir; tampoco se esperará victoria alguna puesto que se celebra el triunfo sobre el enemigo ya vencido.
Escucha lo que dice el mismo Apóstol sobre esa victoria: «Porque es necesario que esto corruptible se revista de incorruptibilidad y esto mortal se revista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya revestido de incorruptibilidad y esto mortal se haya revestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido absorbida en victoria» (1Co 15, 53-54). Escucha los gritos de los triunfadores: «¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu contienda? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón?» (1Co 15, 55). Me golpeaste, me heriste, me derribaste, pero fue herido por mí quien me hizo a mí. ¡Oh muerte, muerte! Fue herido por mí quien me hizo a mí, y con su muerte te venció a ti. Y entonces los triunfadores dirán: «¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu contienda? ¿Dónde, ¡oh muerte!, tu aguijón?»
San Agustín
Sermón 128, 10
0 comments on “Cuando llegue el momento en que ya no surja absolutamente ningún deseo al que haya que poner resistencia, no habrá ningún enemigo con quien combatir”