El campo, que es el mundo, es la Iglesia difundida por el mundo. Quien es trigo persevere hasta la siega; los que son cizaña, conviértanse en trigo. Porque entre los hombres y las verdaderas espigas y la cizaña real hay esta diferencia: con referencia a lo que había en el campo, la espiga es espiga y la cizaña es cizaña. En cambio, en el campo del Señor, esto es, en la Iglesia, a veces, lo que era trigo se vuelve cizaña y lo que era cizaña se convierte en trigo; y nadie sabe lo que será en el futuro. Por eso, el padre de familia no consintió arrancar la cizaña a sus braceros indignados; querían arrancarla, pero no les permitió separar la cizaña. Hicieron lo que era de su incumbencia y dejaron la separación a los ángeles. Ellos no querían reservarles la separación de la cizaña, pero el padre de familia, que conocía a todos y sabía que era menester dejar para más tarde la separación, les mandó tolerar la cizaña, no separarla. Habiéndole dicho ellos «¿Quieres que vayamos y la recojamos?», respondió: «No, no sea que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis también el trigo» (Mt 13,29). —«Entonces, Señor, ¿estará también la cizaña con nosotros en el granero?» —«En el momento de la siega diré a los segadores: recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla (Mt 13,30). Tolerad en el campo lo que no os acompañará en el granero».
Escuchad, amadísimos granos de Cristo; escuchad, amadísimas espigas de Cristo; escucha, amadísimo trigo de Cristo; miraos a vosotros mismos, retornad a vuestras conciencias, interrogad a vuestra fe, preguntad a Vuestra Caridad, despertad vuestra conciencia; y si reconocéis que sois granos, venga a vuestra mente: «Quien persevere hasta el fin, ese se salvará» (Mt 10,22). Pero quien, al escudriñar su conciencia, encuentre ser cizaña, no tema cambiar. Todavía no hay orden de cortar, aún no es el momento de la siega; no seas hoy lo que eras ayer, o no seas mañana lo que eres hoy. ¿De qué te sirve decir que alguna vez cambiarás? Dios te ha prometido el perdón una vez que hayas cambiado; no te ha prometido el día de mañana. Tal como seas al salir del cuerpo, así llegarás a la siega. Muere alguien —no sé quién— que era cizaña; ¿acaso tiene entonces la posibilidad de convertirse en trigo? Es aquí, en el campo, donde el trigo puede convertirse en cizaña y la cizaña en trigo; aquí es posible; pero entonces, es decir, después de esta vida, será el momento de recoger lo que se obró, no de hacer lo que no se obró.
San Agustín
Sermón 73 A
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