Ríndete, diminuto humano, que la ergástula es oscura, pero es en este preciso recodo de tu encierro –en que Dios te exige lo imposible–que se genera la raja y hendidura.
Tu imposibilidad es tu posibilidad.
Tu aprieto es tu anchura.
Tu derrota, tu triunfo.
Tu imposibilidad de vivir como Dios te manda vivir es la grieta en la ergástula. Déjala crecer y reventar y escapa por su tajo.
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