«El sábado está hecho para los hombres» (Mc 2,27).
En el relato de la creación, el sábado se describe como el día en que, en libertad y adoración, el hombre participa de la libertad, del reposo y de la paz de Dios. Celebrar el sábado es celebrar la alianza. Esto significa un retorno a los orígenes, la eliminación de las impurezas que nuestras actividades múltiples han dejado en nuestro interior. Quiere decir ponerse en marcha hacia el mundo nuevo donde no habrá ya esclavos ni amos sino únicamente hijos de Dios libres, ponerse en marcha hacia un mundo en el que el hombre, los animales y la tierra participarán conjuntamente y como hermanos en la paz y en la libertad de Dios…
Pero el hombre ha rechazado el reposo, el descanso que venía de Dios, la adoración con su paz y su libertad y, por fin, se ha sometido a la acción. Ha esclavizado al mundo con su actividad y se ha hecho esclavo él mismo. Por esto, Dios dio al hombre el sábado que aquel había rechazado. Al rechazar el hombre el ciclo de la libertad y del reposo que vienen de Dios, se alejó de su condición de imagen de Dios pisando así la dignidad del mundo. Por esto hacía falta arrancar al hombre de su esclavitud que le tenía atado a su propio trabajo. Por esto, Dios quiso que el hombre reencontrara su autenticidad, liberándolo del domino de la acción. “No preferir nada al servicio de Dios”, decía San Benito. En primer lugar, la adoración, la libertad y el reposo que viene de Dios. Así, y sólo así, el hombre puede vivir verdaderamente.
Joseph Ratzinger
Sermones de Cuaresma 1981.
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«El sábado está hecho para los hombres» (Mc 2,27).
En el relato de la creación, el sábado se describe como el día en que, en libertad y adoración, el hombre participa de la libertad, del reposo y de la paz de Dios. Celebrar el sábado es celebrar la alianza. Esto significa un retorno a los orígenes, la eliminación de las impurezas que nuestras actividades múltiples han dejado en nuestro interior. Quiere decir ponerse en marcha hacia el mundo nuevo donde no habrá ya esclavos ni amos sino únicamente hijos de Dios libres, ponerse en marcha hacia un mundo en el que el hombre, los animales y la tierra participarán conjuntamente y como hermanos en la paz y en la libertad de Dios…
Pero el hombre ha rechazado el reposo, el descanso que venía de Dios, la adoración con su paz y su libertad y, por fin, se ha sometido a la acción. Ha esclavizado al mundo con su actividad y se ha hecho esclavo él mismo. Por esto, Dios dio al hombre el sábado que aquel había rechazado. Al rechazar el hombre el ciclo de la libertad y del reposo que vienen de Dios, se alejó de su condición de imagen de Dios pisando así la dignidad del mundo. Por esto hacía falta arrancar al hombre de su esclavitud que le tenía atado a su propio trabajo. Por esto, Dios quiso que el hombre reencontrara su autenticidad, liberándolo del domino de la acción. “No preferir nada al servicio de Dios”, decía San Benito. En primer lugar, la adoración, la libertad y el reposo que viene de Dios. Así, y sólo así, el hombre puede vivir verdaderamente.
Joseph Ratzinger
Sermones de Cuaresma 1981.
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