Edith Stein Navidad

El cuerpo místico de Cristo

No sabemos lo que el Niño Divino nos tiene reservado en esta tierra y tampoco debemos preguntárnoslo antes de tiempo. Sólo una cosa es cierta: que todo lo que sucede a quienes aman al Señor es para su propio bien. Y, además, que los caminos que nos conducen al Salvador traspasan los límites de la vida terrena. (…)

Él vino a formar con nosotros un cuerpo místico, para transformarse en nuestra Cabeza y a nosotros en sus miembros. Pongamos nuestras manos en las manos del niño divino, respondamos con un “SI” a su “SIGUEME” y entonces seremos de verdad suyos y el camino estará libre para que su vida divina llegue a nosotros. (…)

Todo aconteció de modo muy diverso a lo que se podría pensar después de la lectura de lo que dicen los salmos y profetas sobre la implantación del Reino de Dios. Los romanos continuaron siendo los dominadores del país, y los Sumos Sacerdotes y Escribas siguieron sometiendo a los pobres del pueblo, bajo el pesado yugo de la ley.

Todos los que pertenecían al Señor llevaban, sin embargo, imperceptiblemente el Reino de Dios en sus corazones. La carga terrestre no les fue quitada, incluso se les hizo más pesada, pero lo que ese reino les ofrecía era una fuerza alentadora que hacía el yugo suave y la carga ligera. Lo mismo ocurre hoy en día con todo hijo de Dios. La vida divina que se enciende en el alma es la luz que brilla en las tinieblas, el milagro de la Nochebuena. El que lleva esa luz consigo comprende lo que se dice de ella; para los otros, sin embargo, todo lo que se dice de ella es un balbuceo ininteligible. Todo el evangelio de San Juan es un canto a la Luz Eterna que, simultáneamente, es vida y amor. Dios en nosotros y nosotros en Él, en esto consiste nuestra participación en el Reino de Dios, cuyo fundamento ha sido colocado con la Encarnación del Verbo.

Edith Stein
El misterio de la Nochebuena, El cuerpo místico de Cristo.

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