Guillermo de Saint-Thierry

Los que «caminan en la novedad de la vida» (Rom 6, 4)

Apréndanlo los que no lo han aprendido, vuélvanse para verlo, muestren curiosidad por comprobar cómo sucede esto en la conducta y en la conciencia de los que se han vuelto hacia el Señor y «caminan en la novedad de la vida» (Rom 6, 4). Sus sentimientos y toda su existencia se reparten entre este dolor y esta alegría: el dolor por la ausencia del esposo, la alegría por su presencia. Lo único que esperan es la alegría eterna de su contemplación. (…)

Cada vez que dices a tu esposa: «Me voy y vengo» (Jn 14, 28), y no te quedas con ella para la eternidad, oh esposo de las almas castas, por la prudente decisión de tu sabiduría te permites a veces hacer sufrir con el dolor del deseo que sienten por ti, oh padre de los huérfanos (Sal 67, 6), a tus hijos exiliados en tierra ajena, como si hubieran sido excluidos de tu presencia, y dejas que se consuman por el amor de tu amor. En el horno de su pobreza los purificas (Is 48, 10) y los atraes hasta ti con más fuerza, a pesar incluso de lo difícil que es acogerlos. (…) Aunque lloren, no desean ser consolados (Jr 31, 15) para no llorar ante ti, que eres el autor de este don que ellos consideran el más grande, es decir, el llorar en tu presencia. En efecto, ellos consideran que el don más grande y agradable es llorar en tu presencia, su Dios y Señor, que los has creado (Sal 94, 6). Y con este fin los creaste, para que lloren ante ti. Cada vez que te dispones a secar el torrente de sus lágrimas, estas fluyen aún en mayor cantidad, porque la propia mano del que las seca se convierte para ellos en la causa de un dulce dolor que los impresiona y los acaricia. Cuanto más intenso es su sufrimiento, a causa de una consciente esperanza, tanto más intensa es la certeza de que serán consolados. De hecho, el ímpetu de este torrente alegra a tus hijos, les anuncia abiertamente tu presencia, y ellos, que habitan en tierra extranjera, no olvidan su condición de peregrinos (Sal 136, 4). Y mientras aquella alegría y aquel dolor coexisten, derraman lágrimas suaves y dulces, lágrimas porque brotan del dolor, pero dulces porque son de amor, de tu amor, tú que eres amor. Sufrir por ti es un gozo inmenso, llorar es el mayor consuelo, gozar en ti es la mayor felicidad.

Guillermo de Saint-Thierry
Exposición sobre el Cantar de los Cantares

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