Ven, tú que anhelas mi pobre alma y mi alma te desea. Ven, oh Solo, del que está solo; porque, como ves, estoy solo. Te doy gracias, porque eres para mí un día sin atardecer, un sol sin ocaso…
La luz ha vuelto a resplandecer para mí. La contemplo en claridad. Abre una vez más el cielo, disipa una vez más la noche. Una vez más descubre todo. Una vez más es contemplada ella sola. Y el que está sobre todo cielo, al que ninguno de los hombres ha visto jamás, éste se concentra una vez más en mi espíritu, en mí, en el cogollo de mi corazón –¡oh misterio sublime!– la luz desciende y me levanta sobre todo…
En verdad, estoy aquí donde está la luz, sola y sencilla, y renazco a la inocencia contemplándola, sencillamente.
Simeón el Nuevo Teólogo
Canti di amore
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Ven, tú que anhelas mi pobre alma y mi alma te desea. Ven, oh Solo, del que está solo; porque, como ves, estoy solo. Te doy gracias, porque eres para mí un día sin atardecer, un sol sin ocaso…
La luz ha vuelto a resplandecer para mí. La contemplo en claridad. Abre una vez más el cielo, disipa una vez más la noche. Una vez más descubre todo. Una vez más es contemplada ella sola. Y el que está sobre todo cielo, al que ninguno de los hombres ha visto jamás, éste se concentra una vez más en mi espíritu, en mí, en el cogollo de mi corazón –¡oh misterio sublime!– la luz desciende y me levanta sobre todo…
En verdad, estoy aquí donde está la luz, sola y sencilla, y renazco a la inocencia contemplándola, sencillamente.
Simeón el Nuevo Teólogo
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