El ascenso a Dios acontece precisamente en el descenso del servicio humilde, en el descenso del amor, que es la esencia de Dios y por tanto la fuerza verdaderamente purificadora que hace al hombre capaz de percibir a Dios y de verlo. En Jesucristo Dios se ha revelado a sí mismo descendiendo: «siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres […] se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo […]» (Flp 2, 6-9).
Estas palabras marcan un giro decisivo en la historia de la mística. Anuncian lo nuevo de la mística cristiana, que procede de la novedad de la revelación en Jesucristo. Dios se abaja hasta la muerte en cruz. Y precisamente así se revela su verdadera divinidad. El ascenso a Dios se produce al compartir el descenso.
Joseph Ratzinger
Jesús de Nazaret, Desde el bautismo en el Jordán hasta la transfiguración, cap. 4.
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El ascenso a Dios acontece precisamente en el descenso del servicio humilde, en el descenso del amor, que es la esencia de Dios y por tanto la fuerza verdaderamente purificadora que hace al hombre capaz de percibir a Dios y de verlo. En Jesucristo Dios se ha revelado a sí mismo descendiendo: «siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres […] se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo […]» (Flp 2, 6-9).
Estas palabras marcan un giro decisivo en la historia de la mística. Anuncian lo nuevo de la mística cristiana, que procede de la novedad de la revelación en Jesucristo. Dios se abaja hasta la muerte en cruz. Y precisamente así se revela su verdadera divinidad. El ascenso a Dios se produce al compartir el descenso.
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Jesús de Nazaret, Desde el bautismo en el Jordán hasta la transfiguración, cap. 4.
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