El árbol malo da frutos malos. A su tiempo se dará a conocer por sí mismo. No necesitamos ver en el corazón de nadie. Lo que debemos hacer es esperar hasta que el árbol dé sus frutos.
Cuando llegue su tiempo, distinguiréis los árboles por sus frutos. Y el fruto no puede hacerse esperar mucho. Lo que se trata aquí no es la diferencia entre la Palabra y la obra, sino entre la apariencia y la realidad. Jesús nos dice que un hombre no puede vivir mucho tiempo de apariencias. Llega el momento de dar los frutos, llega el tiempo de la diferenciación. Tarde o temprano se revelará lo que realmente es. Poco importa que el árbol no quiera dar fruto. El fruto viene por sí mismo. Cuando llegue el momento de distinguir un árbol de otro, el tiempo de Ios frutos lo revelará todo. Cuando llegue el momento de la decisión entre el mundo y la Iglesia, lo que puede ocurrir cualquier día, no sólo en las grandes decisiones, sino también en las decisiones ínfimas, vulgares, entonces se revelará lo que es malo y lo que es bueno. En ese instante sólo subsistirá la realidad, no la apariencia.
Dietrich Bonhoeffer
El precio de la gracia
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El árbol malo da frutos malos. A su tiempo se dará a conocer por sí mismo. No necesitamos ver en el corazón de nadie. Lo que debemos hacer es esperar hasta que el árbol dé sus frutos.
Cuando llegue su tiempo, distinguiréis los árboles por sus frutos. Y el fruto no puede hacerse esperar mucho. Lo que se trata aquí no es la diferencia entre la Palabra y la obra, sino entre la apariencia y la realidad. Jesús nos dice que un hombre no puede vivir mucho tiempo de apariencias. Llega el momento de dar los frutos, llega el tiempo de la diferenciación. Tarde o temprano se revelará lo que realmente es. Poco importa que el árbol no quiera dar fruto. El fruto viene por sí mismo. Cuando llegue el momento de distinguir un árbol de otro, el tiempo de Ios frutos lo revelará todo. Cuando llegue el momento de la decisión entre el mundo y la Iglesia, lo que puede ocurrir cualquier día, no sólo en las grandes decisiones, sino también en las decisiones ínfimas, vulgares, entonces se revelará lo que es malo y lo que es bueno. En ese instante sólo subsistirá la realidad, no la apariencia.
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