El jueves, cuando iba a la celda, encima de mí vi la Sagrada Hostia en un gran resplandor. De repente oí la voz que me parecía salir desde arriba de la Hostia: «En ella está tu fuerza, ella te defenderá». Después de estas palabras la visión desapareció, pero en mi alma entró una fuerza y alguna luz misteriosa sobre en qué consiste nuestro amor hacia Dios; precisamente en cumplir la voluntad de Dios.
Oh Santa Trinidad, Dios eterno, deseo resplandecer en la corona de Tu misericordia como una piedra pequeñita cuya belleza depende de la luz de Tu rayo y de Tu misericordia inconcebible. Todo lo que hay de bello en mi alma, es Tuyo, oh Dios; yo de por mi siempre soy nada.
Diario de Santa María Faustina Kowalska, Nº 616, 617.
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El jueves, cuando iba a la celda, encima de mí vi la Sagrada Hostia en un gran resplandor. De repente oí la voz que me parecía salir desde arriba de la Hostia: «En ella está tu fuerza, ella te defenderá». Después de estas palabras la visión desapareció, pero en mi alma entró una fuerza y alguna luz misteriosa sobre en qué consiste nuestro amor hacia Dios; precisamente en cumplir la voluntad de Dios.
Oh Santa Trinidad, Dios eterno, deseo resplandecer en la corona de Tu misericordia como una piedra pequeñita cuya belleza depende de la luz de Tu rayo y de Tu misericordia inconcebible. Todo lo que hay de bello en mi alma, es Tuyo, oh Dios; yo de por mi siempre soy nada.
Diario de Santa María Faustina Kowalska, Nº 616, 617.
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