«Oh Santa Trinidad, Dios eterno, Te agradezco por haberme permitido conocer la grandeza y la diferencia entre los grados de la gloria que dividen a las almas. Oh, qué grande es la diferencia entre un solo grado de más profundo conocimiento de Dios. Oh, si las almas pudiesen saberlo. Oh Dios mío, si pudiera conquistar uno más, soportaría con gusto todos los tormentos que habían padecido {todos] los mártires juntos. De verdad, todos estos tormentos me parecen nada en comparación con la gloria que nos espera por toda la eternidad.
Oh Señor, sumerge mi alma en el océano de Tu divinidad y concédeme la gracia de conocerte, porque cuanto mejor Te conozco, tanto más ardientemente Te deseo, y mi amor hacia Ti se fortalece. Siento en mi alma un abismo insondable que solamente Dios llena; me deshago en Él como una gota en el océano; el Señor bajó hacia mi miseria como un rayo de sol hacia la tierra infértil y rocosa y, sin embargo, bajo el poder de sus rayos, mi alma se cubrió de verde, de flores y de frutas y se convirtió en un bello jardín para su descanso.
Oh Jesús mío, a pesar de Tus gracias, siento y veo toda mi miseria. Comienzo el día luchando y lo termino luchando; en cuanto aparto una dificultad, en su lugar surgen diez por superar, pero no me aflijo por ello, porque sé muy bien que éste es el tiempo de la lucha y no de la paz. Cuando la lucha se hace tan dura que supera mis fuerzas, me arrojo como una niña en los brazos del Padre Celestial y tengo confianza que no pereceré. Oh Jesús mío, soy tan propensa al mal y eso me obliga a vigilarme continuamente, pero nada me desalienta, confió en la gracia de Dios, que abunda donde la miseria es la más grande.
Entre las más grandes dificultades y contrariedades no pierdo la paz interior ni el equilibrio en lo exterior y esto desanima a los adversarios. Entre las contrariedades la paciencia refuerza al alma».
Diario de Santa María Faustina Kowalska, Nº 605, 606, 607.
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«Oh Santa Trinidad, Dios eterno, Te agradezco por haberme permitido conocer la grandeza y la diferencia entre los grados de la gloria que dividen a las almas. Oh, qué grande es la diferencia entre un solo grado de más profundo conocimiento de Dios. Oh, si las almas pudiesen saberlo. Oh Dios mío, si pudiera conquistar uno más, soportaría con gusto todos los tormentos que habían padecido {todos] los mártires juntos. De verdad, todos estos tormentos me parecen nada en comparación con la gloria que nos espera por toda la eternidad.
Oh Señor, sumerge mi alma en el océano de Tu divinidad y concédeme la gracia de conocerte, porque cuanto mejor Te conozco, tanto más ardientemente Te deseo, y mi amor hacia Ti se fortalece. Siento en mi alma un abismo insondable que solamente Dios llena; me deshago en Él como una gota en el océano; el Señor bajó hacia mi miseria como un rayo de sol hacia la tierra infértil y rocosa y, sin embargo, bajo el poder de sus rayos, mi alma se cubrió de verde, de flores y de frutas y se convirtió en un bello jardín para su descanso.
Oh Jesús mío, a pesar de Tus gracias, siento y veo toda mi miseria. Comienzo el día luchando y lo termino luchando; en cuanto aparto una dificultad, en su lugar surgen diez por superar, pero no me aflijo por ello, porque sé muy bien que éste es el tiempo de la lucha y no de la paz. Cuando la lucha se hace tan dura que supera mis fuerzas, me arrojo como una niña en los brazos del Padre Celestial y tengo confianza que no pereceré. Oh Jesús mío, soy tan propensa al mal y eso me obliga a vigilarme continuamente, pero nada me desalienta, confió en la gracia de Dios, que abunda donde la miseria es la más grande.
Entre las más grandes dificultades y contrariedades no pierdo la paz interior ni el equilibrio en lo exterior y esto desanima a los adversarios. Entre las contrariedades la paciencia refuerza al alma».
Diario de Santa María Faustina Kowalska, Nº 605, 606, 607.
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