29 I 1936. Por la noche, estando yo en mi celda, vi repentinamente una gran claridad y en lo alto de esta claridad una enorme cruz gris oscura y de inmediato fui atraída cerca de esta cruz; pero mirándola fijamente no comprendía nada y rezaba (para conocer) lo que significaba. De pronto vi a Jesús y la cruz desapareció. El Señor Jesús estaba sentado entre una gran luz, los pies y las piernas hasta las rodillas se hundían en esta luz de modo que no los veía. Jesús se inclinó a mí y me miró amablemente y me habló sobre la voluntad del Padre Celestial.
Me dijo que el alma más perfecta y santa es aquella que cumple la voluntad de su Padre, pero son pocas estas almas. Con un amor singular mira al alma que vive según su voluntad; y Jesús me dijo que yo cumplo la voluntad de Dios de modo perfecto, es decir, perfectamente y «por eso Me uno a ti y Me relaciono contigo de una manera tan particular y tan estrecha». Dios envuelve con un amor inconcebible al alma que vive según su voluntad. Comprendí cuánto Dios nos ama, cuán sencillo es aunque incomprensible, que fácil es tratar con Él aunque su Majestad es tan grande. Con nadie me relaciono tan fácilmente y con tanta soltura como con Él; ni siquiera la madre natural con su hijo que la ama sinceramente se entienden tanto como mi alma con Dios. Mientras estaba en esta unión con el Señor, vi dos personas y no estaba escondido delante de mí su interior; triste el estado de estas almas, pero confío en que también ellas glorificarán la misericordia del Señor.
Diario de Santa María Faustina Kowalska, Nº603
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29 I 1936. Por la noche, estando yo en mi celda, vi repentinamente una gran claridad y en lo alto de esta claridad una enorme cruz gris oscura y de inmediato fui atraída cerca de esta cruz; pero mirándola fijamente no comprendía nada y rezaba (para conocer) lo que significaba. De pronto vi a Jesús y la cruz desapareció. El Señor Jesús estaba sentado entre una gran luz, los pies y las piernas hasta las rodillas se hundían en esta luz de modo que no los veía. Jesús se inclinó a mí y me miró amablemente y me habló sobre la voluntad del Padre Celestial.
Me dijo que el alma más perfecta y santa es aquella que cumple la voluntad de su Padre, pero son pocas estas almas. Con un amor singular mira al alma que vive según su voluntad; y Jesús me dijo que yo cumplo la voluntad de Dios de modo perfecto, es decir, perfectamente y «por eso Me uno a ti y Me relaciono contigo de una manera tan particular y tan estrecha». Dios envuelve con un amor inconcebible al alma que vive según su voluntad. Comprendí cuánto Dios nos ama, cuán sencillo es aunque incomprensible, que fácil es tratar con Él aunque su Majestad es tan grande. Con nadie me relaciono tan fácilmente y con tanta soltura como con Él; ni siquiera la madre natural con su hijo que la ama sinceramente se entienden tanto como mi alma con Dios. Mientras estaba en esta unión con el Señor, vi dos personas y no estaba escondido delante de mí su interior; triste el estado de estas almas, pero confío en que también ellas glorificarán la misericordia del Señor.
Diario de Santa María Faustina Kowalska, Nº603
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