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No habría aprendido yo a amar al Señor si él no me hubiera amado

No habría aprendido yo a amar al Señor
si él no me hubiera amado.
¿Quién puede comprender el amor,
sino quien es amado?

Yo amo al Amado,
a él ama mi alma:
allí donde está su reposo,
allí estoy yo también.

Y no seré un extraño,
porque no hay envidia junto al Señor altísimo,
porque quien se une al Inmortal
también será inmortal,
y quien se complace en la Vida
viviente será.

Que permanezca tu paz conmigo, Señor,
en los frutos de tu amor.
Enséñame el canto de tu verdad,
de suerte que venga a mí como fruto la alabanza,
abre en mí la cítara de tu Espíritu Santo
para que te alabe, Señor, con toda melodía.
Prorrumpo en un himno al Señor porque soy suyo
y cantaré la canción consagrada a él
porque mi corazón está lleno de él.

(de las Odas de Salomón).

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