El Santo Rosario es un escudo contra el mal, un arma poderosa contra el maligno. Hay miles de testimonios que demuestran como el Rosario es un arma contra el mal.
El padre Amorth cuenta un caso que escuchó cuando estaba en entrenamiento con el padre Cándido, famoso exorcista de Roma:
«Estábamos orando el Rosario cuando tomada por Satanás, Giovanna rompe el Rosario en pedazos, siseando:
–Tú y tu devoción, como de ancianas.
Cándido pone un gran Rosario alrededor de su cuello, pero Giovanna no puede soportarlo y tuerce su cuello y su cabeza en todas direcciones, jadeando furiosamente:
–¿Cómo… tienes miedo de la devoción de las ancianas?– le desafió el P. Candido.
Satanás responde gritando: –Él me gana.
El Padre le insta: –Te atreviste a ofender el Rosario de María, ahora tienes que alabarla. En el nombre de Dios, responde: ¿Es poderoso el Rosario?
–Es poderoso en la medida en que funciona bien.
–¿Cómo lo recitas bien?
–Debemos saber cómo contemplar.
–¿Qué cosa es contemplar?
–Contemplar es adorar.
–¡Pero María no puede ser adorada!
–Es verdad, sí, pero es adorable.
Y tomando con gracia entre sus dedos una cuenta del Rosario dice:
–Cada grano es una luz, debe decirse tan bien que ni una gota de esta luz se pierda.
¡Un extraño predicador que, contra la voluntad y contra sí mismo, ha tenido que admitir el poder del Rosario!
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El Santo Rosario es un escudo contra el mal, un arma poderosa contra el maligno. Hay miles de testimonios que demuestran como el Rosario es un arma contra el mal.
El padre Amorth cuenta un caso que escuchó cuando estaba en entrenamiento con el padre Cándido, famoso exorcista de Roma:
«Estábamos orando el Rosario cuando tomada por Satanás, Giovanna rompe el Rosario en pedazos, siseando:
–Tú y tu devoción, como de ancianas.
Cándido pone un gran Rosario alrededor de su cuello, pero Giovanna no puede soportarlo y tuerce su cuello y su cabeza en todas direcciones, jadeando furiosamente:
–¿Cómo… tienes miedo de la devoción de las ancianas?– le desafió el P. Candido.
Satanás responde gritando: –Él me gana.
El Padre le insta: –Te atreviste a ofender el Rosario de María, ahora tienes que alabarla. En el nombre de Dios, responde: ¿Es poderoso el Rosario?
–Es poderoso en la medida en que funciona bien.
–¿Cómo lo recitas bien?
–Debemos saber cómo contemplar.
–¿Qué cosa es contemplar?
–Contemplar es adorar.
–¡Pero María no puede ser adorada!
–Es verdad, sí, pero es adorable.
Y tomando con gracia entre sus dedos una cuenta del Rosario dice:
–Cada grano es una luz, debe decirse tan bien que ni una gota de esta luz se pierda.
¡Un extraño predicador que, contra la voluntad y contra sí mismo, ha tenido que admitir el poder del Rosario!
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